Es normal que un Gobierno premie a sus gobernados? Acaban de robar en mi chalé, que venga Banachek. Para el caso de lo que pregunto, que venga Montesquieu.

Hasta hoy estábamos convencidos de que corresponde a la sociedad valorar si un Gobierno cumple con las encomiendas de los ciudadanos, pero en la Región de Murcia la ciencia política ha sido puesta del revés: es el Gobierno el que valora si los ciudadanos nos comportamos adecuadamente a sus dictados. Y como durante el arranque de la pandemia hemos sido buenos, hoy, Día de la Región, el bienamado presidente nos da una piruleta. Premio del Gobierno de la Región de la Murcia a los ciudadanos de la Región de Murcia. ¿Qué clase de bucle es éste? Como si la Policía Local nos tuviera que dar una medalla cada vez que no nos saltamos un semáforo.

El Gobierno regional nos premia por ser buenos ciudadanos, y mientras celebramos el agasajo andamos distraídos de lo que en democracia corresponde, que consiste en que toca a los ciudadanos valorar si un Gobierno cumple con sus deberes, y no al contrario. ¿Premio a la sociedad murciana? ¿Pero con qué derecho se permite un Gobierno valorar a la sociedad a la que le corresponde administrar?

No se trata solo de falta de imaginación, sino de una vuelta de tuerca más para pervertir las reglas de la democracia. Dan un premio abstracto para no señalar a sectores concretos. Por ejemplo, si hubieran premiado a los sanitarios, tal vez el representante encargado de recoger la metopa podría preguntar en tan institucional ocasión cómo es que la Administración regional viene metiendo la tijera en la Sanidad pública en sucesivos ejercicios, sin contenerse siquiera en la Ley Presupuestaria aprobada de prisa y corriendo durante la mismísima fase cero de la crisis del coronavirus a la vez que el presidente de la Comunidad se subía el sueldo a la misma hora en que las oficinas de los servicios de empleo quedaban colapsadas por la acumulación de Ertes que afectaban a miles de trabajadores de la Región. ¿Nos dan un premio por eso, por reincidir en esa 'murcianidad de rebaño' que tanto contribuye a la estabilidad del Gobierno?

Se trata de un premio irrechazable, puesto que nadie puede salir a denunciar la impostura: la sociedad murciana son ellos. Ellos la representan, y se premian a sí mismos en consecuencia. Hoy, Día de la Región, asistimos, pues, a la retransmisión en vivo y en directo de una paja institucional. Otra. Pero esta vez con un aviso a navegantes: quienes protestan por la situación del Mar Menor o por los tocomochos de los concursos públicos para amiguetes, por ejemplo, no son buenos murcianos, no pertenecen al rebaño que pastorea López Miras. Da igual: la sociedad murciana es un ente abstracto que recibe el premio de su Gobierno. La medallita es para todos y para nadie. Y se introduce una lógica que estaba latente: la sociedad merece premios de su Gobierno cuando no le rechista, haga éste lo que haga. Pregunta: cuando nos portemos mal según el criterio de los gobernantes ¿también nos van a dar una chupeta?

Es el mecanismo sutil con el que se practica el decreto ley como forma de Gobierno. Sed buenos y tragad, que os vamos a dar un premio. Esto sirve tanto para los ciudadanos como para Ciudadanos, que hace unos días votaron en contra de abrir una comisión parlamentaria de investigación sobre el concurso de ambulancias en contra de su política fundacional, que se decía regeneracionista.

Mientras el buen ciudadano permanece confinado, asustado o mosqueado por la alarma sanitaria, desde San Esteban, sustentados en la doctrina del Levítico, cambian de un plumazo las leyes que regulan el suelo, el urbanismo, los puertos y el medio ambiente para que, cuando despertemos de la pesadilla, el dinosaurio permanezca ahí todavía más enseñoreado. En realidad, más que en el Levítico, debieran apoyarse en la mitología griega, en el episodio en que Pandora desprecintó la vasija de la que escaparon todos los males, plagas y pandemias y donde solo quedó encerrada la esperanza.

Para celebrar el acontecimiento de hoy (el premio que el Gobierno concede a sus empleadores, es decir, a la sociedad murciana, como el mayordomo que regala corbatas a su señorito arruinado), han difundido un vídeo de perfecta factura profesional, sugerente y encantador, en el que tan solo se les ha ido la mano con el minutaje en que figura el presidente de CROEM. Lo ves, el vídeo, y deduces que el premio es para CROEM, dado el protagonismo de José María Albarracín. Ahí está el fallo. Este Gobierno no es tan desenvuelto como parece. A veces se contiene. Tenían que haberse atrevido a dar el premio a CROEM, sin andarse con rodeos (habrían contado con el coro griego de los sindicatos en modo palmeros), y el hecho de no hacerlo más que de manera subliminal demuestra que López Miras todavía está en la fase maricomplejines. Aunque en justicia, lo propio es que la CROEM premie al presidente de la Comunidad. Todo se andará.

Hablando en serio. El virus del decreto ley desregulador que confina las normas básicas de la democracia ha impulsado una vez más el murcianismo de rebaño. A estas alturas ya estamos inmunizados. No extraña, pues, que el Gobierno nos dé un premio. A pesar de Montesquieu. Y hasta de Banachek.