Desde tiempos remotos los malpensados han caracterizado a la especie lanar como ejemplo de mansedumbre y gregarismo, que hace que el conjunto se deje llevar de un sitio a otro, obedezca las órdenes del pastor o del perro guardián y actúe al unísono a la hora de entrar o salir del corral, de acercarse a la comida o de amodorrarse formando una apretada melé a la hora de la siesta. Mansedumbre, gregarismo y simpleza reconocida desde Aristóteles hasta Eliano y San Isidoro.

Y yo añadiré que algunos de nosotros teníamos la sospecha de cierto parentesco nuestro con la familia lanar desde la identificación de Jesucristo con el Buen Pastor que apacienta a su grey, siempre sumisa y obediente a sus llamadas.

En estos tiempos modernos, muchos pensaron que, con la educación y el acceso a la información, se curaría el estúpido y ovejuno gregarismo del género humano amante del circo y de los toros, dedicado a la peregrinación, la romería o las ceremonias religiosas. Pero hay evidencias de todo lo contrario: nuestra grey corre y se agolpa movida por mensajes simples que la llevan a hacinarse en espectáculos multitudinarios gritando y admirando todos lo mismo, a apesebrarse todos juntos en el chiringuito o la terraza, a admitir la verdad de las mentiras solo por recibirlas a través del dispositivo, a arracimarse en los grupos del guasape y de otros engendros telemáticos para balar y rumiar todos lo mismo.

Así que no resulta tan extraño que la última imagen que nos identifica con el ganado lanar sea la 'inmunidad de rebaño' que, en medio de la desgracia viral que nos aqueja, se presenta como la salvación ante el mal desconocido. Y no van descaminados ya que, si nuestro comportamiento en tiempos despreocupados y felices es tan ovejuno, algunos de los que nos pastorean, tan poco preocupados por el bienestar de los suyos como los Trump y los Johnson, han pensado que el contagio sumiso de casi todos, y la muerte de muchos, sería una bendición para el resto del ganado y, sobre todo, para sus pastores, que no se dedicarían a luchar contra la enfermedad ni serían acusados de negligencia u omisión por su pasividad.

Visto lo cual, yo me rebelo contra la caracterización lanar de mis congéneres, aunque conlleve una supuesta inmunidad, porque puestos a elegir ganado, prefiero ser un cerdo de la piara de Epicuro, entregado a la vida placentera en el Jardín donde se curan las enfermedades del cuerpo y los males del alma.