No nos gusta el vocabulario bélico que se ha impuesto durante este pandemia, las feministas preferimos hablar de cuidados y no de batallas. Sin embargo, hemos titulado este artículo «No bajar la guardia», expresión que procede de la esgrima, un deporte que, si bien incruento, remite al combate, porque nuestro combate continúa. La lucha por la igualdad no permite bajar la guardia ni relajarse, aún en tiempos de pandemias y de confinamientos.

Nos explicamos.

Durante los últimos meses muchos medios digitales han organizado numerosas convocatorias a debates online; las editoriales han lanzado apresurados libros colectivos, tanto de ensayo como de ficción; revistas, bibliotecas, asociaciones y organismos de la cultura, públicos y privados, han ofrecido diferentes formatos para tratar y difundir los temas de mayor actualidad. En la mayoría de ellos, la presencia femenina ha sido solo testimonial, es decir, han ignorado la Ley de Igualdad en la Cultura de 2007, que en su artículo 26 exige que todos respetemos la paridad en los actos culturales. El colectivo +mujeres viene exigiendo de distintos modos el cumplimiento de esta ley desde que se creó. Pues bien, transcurridos veinte años del siglo XXI, y trece desde la promulgación de la ignorada ley, todavía se organizan actos en los que las mujeres no representan ni siquiera un 20%.

Nuestro colectivo lanzó hace un año una campaña exclusivamente dirigida a los hombres que titulamos Compromiso por la paridad en la cultura, en la que invitábamos a los gestores y responsables culturales de nuestra región a cumplir con el artículo 26 de la Ley de Igualdad. Nos hacíamos eco de una campaña nacional que algunos hombres feministas habían creado poco antes bajo el lema NO sin mujeres, comprometiéndose a NO participar en actos que no fueran paritarios, al tiempo que reclamaban la paridad a los organizadores. En nuestra Comunidad autónoma, la campaña la firmaron más de ciento veinte varones con responsabilidad en el mundo de la cultura; varones que se comprometieron no solo a no organizar, sino a no participar y a denunciar la desigualdad cuando la hubiese. Pero se han olvidado de ello, bajan la guardia.

En el contexto actual de crisis sanitaria, las mujeres parecemos estar aún más confinadas que los hombres, y desaparecemos rápidamente del listado de especialistas, artistas, músicos, actores y actrices, entre otras profesiones de la cultura, que los organizadores toman en cuenta para sus actos. Esta invisibilización constante del conocimiento y de la experiencia de las mujeres es norma en la Historia. Hay estudios que confirman que, a pesar de haber conseguido éxito mientras vivían, las mujeres desaparecen con más rapidez que los hombres de la memoria colectiva tras su muerte. Por eso tenemos que estar en guardia siempre.

Para no herir susceptibilidades refiriéndonos a la cultura local, cuyos ejemplos son notables y jugosos, tomaré como muestra un ensayo que ha sido polémico desde su título, y al que hoy queremos objetar también la falta de paridad en la elección de sus participantes. Se trata de La sopa de Wuhan, que recoge quince artículos de renombrados pensadores actuales, de los que solo tres son mujeres. Por cierto, el libro puede descargarse gratuitamente de la web.

Es evidente que, con un poco de esfuerzo, su editor hubiese podido contar con la colaboración de un número de pensadoras idéntico al de pensadores, solo que no hizo ese esfuerzo. Como tampoco lo hacen otros medios, que recurren a la representación hegemónica del saber como eminentemente masculino. En un estudio de Clásicas y Modernas, asociación que defiende la igualdad en la cultura en el ámbito nacional, se arroja el escalofriante dato de que solo el 20% del ensayo publicado en nuestro país está escrito por mujeres. Curiosamente, cuando consultamos distintas universidades españolas, observamos que, con un notable incremento desde hace unos años hasta hoy, se doctoran el mismo número de mujeres que de hombres. Cuando se trata del esfuerzo individual, las mujeres están a la par, e incluso obtienen más premios extraordinarios fin de carrera que los hombres en áreas como Ciencias Sociales, Experimentales y Jurídicas, así como en Ciencias de la Salud, según un trabajo de la Universidad de Vigo.

Luego hemos de pensar que el sesgo de género se produce en las editoriales, en el tejido cultural mismo, allí donde los méritos son solo un dato entre otros menos cuantificables, que siguen priorizando a los autores, introduciendo otras variables que no son solo la competencia y el saber.

Muchas son las razones que se han dado para explicar este desfase entre los excelentes resultados académicos de las mujeres y su escasa presencia en el ámbito público donde se manifiesta esa excelencia (libros, conferencias, publicaciones); entre ellas, es evidente que el estímulo social que reciben las mujeres es menor que el de los varones, y esto en todos los campos de la cultura, lo que acaba desmotivándolas. Un factor decisivo es también las diferencias en la dedicación de uno y otro sexo al cuidado; al ocuparse de las tareas domésticas en mayor grado que los hombres, en todas las situaciones vitales posibles, y según una encuesta del uso del tiempo de la Universidad de Barcelona, las mujeres disponen de menos horas para dedicarlas a su carrera profesional cuando entran en pareja, lo que afecta a sus objetivos de promoción. Todo lo anterior, y otros factores que no caben aquí, explica que muchas mujeres tengan que elegir entre la vida afectiva y la profesional, elección menos frecuente en el caso de los hombres, en detrimento de aquella.

Si a esto le sumamos el olvido de los gestores, la marginación e invisibilidad se incrementa.

Y más en tiempos de coronavirus. No vamos a bajar la guardia.