El próximo 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medioambiente, que se viene conmemorando desde 1974 con el objetivo de sensibilizar sobre la necesidad de conseguir, en nuestro día a día y en las políticas de que nos dotamos, la sostenibilidad del espacio natural. Este año está dedicado a la biodiversidad. ¿Curiosa coincidencia? La pérdida de biodiversidad, como barrera entre agentes patógenos y la humanidad, está detrás de las últimas epidemias y pandemias como la Covid-19.

Sin embargo, como tantas buenas iniciativas de la ONU y otros organismos internacionales, los éxitos de este programa chocan bruscamente con el modelo socioeconómico vigente y, por tanto, con los intereses lucrativos de quienes realmente manejan los hilos; además de ir directamente en contra del egoísmo acomodado de quienes vivimos y consumimos bajo ese molde, incapacitados, al menos una gran mayoría, para abandonar las teóricas comodidades que nos brinda el consumismo, que nos hacen identificar los conceptos atesorar y bienestar, consiguiendo que olvidemos que el verdadero placer no está en la posesión de cada vez más cosas; al contrario, vivimos más y mejor cuanto más gozamos de cosas inmateriales como la compañía de la gente querida, el olor multicolor y vivo del monte, el olor de la persona amada, la música, una puesta de sol, el canto de un campo silvestre? Y sentir que nuestra gente está bien y disfruta de la vida.

Da igual que el enclaustramiento impuesto por el coronavirus nos haya recordado que todo eso es lo realmente importante. Da igual que ahora, al parar todo, o casi todo, hayamos añorado justo eso que no forma parte de la norma agiotista de bienes y recursos. Da igual que, a poco que quisiéramos recapacitar comprenderíamos que este parón nos ha demostrado lo erróneo de la estructura económica, y la necesidad de un cambio hacia un sistema sostenible de justicia social basada en justicia medioambiental.

Da igual, porque no tenemos más miras que volver a vivir y comportarnos de la misma manera que nos está llevando a la mayor crisis de la vida de nuestro hogar, y, como resultado, la mayor pandemia de los últimos cien años.

A gran escala, las reacciones políticas ante la obligada disminución de la actividad en medios de producción y de la economía, son contrarias a la transición hacia una economía ecológica que permita recuperar y asegurar nuestra casa, la Tierra. La política vuelve a especular y trabajar con las viejas recetas de incentivación y compensación a la fabricación de automóviles, a las aerolíneas y otras industrias, sin contrapartidas de adaptación a las necesidades ambientales. Deberíamos aprovechar, es necesario que lo hagamos, para instaurar políticas que aseguren la transición hacia una economía que ponga la vida en el centro, la nuestra y la de la Tierra, indisolublemente unidas. Debemos exigir este cambio de política, que tenga en cuenta nuestro bien común al diseñar la vuelta a la actividad, al fin y al cabo se va a costear con nuestros impuestos.

No veo fácil que exijamos ese bien común, cuando una gran mayoría no sólo anhelamos volver a nuestro espacio de comodidad de acaparamiento material, sino que, como forma de encarar la crisis sanitaria, estamos recurriendo al mismo esquema de usar y tirar; me acongoja ver que las principales cadenas de supermercados han incrementado el uso de plásticos de un sólo uso, guantes para toda su clientela a la entrada, aumento del emplasticado de productos? cuando hay alternativas higiénicas, como el lavado de manos, más personal que evite el manipulado por clientes, y otras, respetuosas con esa biodiversidad y medioambiente, que incluso aportan mejor protección ante contagios.

Mientras nos estamos protegiendo y recuperando de la pandemia, cada día que pasa y seguimos aplicando las mismas viejas fórmulas productivas, nuestras esperanzas de que la destrucción que éstas provocan en la Tierra sea compatible con la vida, con nuestra vida, se van reduciendo hasta mínimos que no alcanzo a imaginar.

Queda poco margen, aún hay futuro, sí, pero no podemos esperar más para iniciar el cambio. La vuelta a la actividad, la salida de la crisis sanitaria debe hacerse con justicia climática y justicia social,

El Día Mundial del Mediambiente debería ayudarnos a exigir ese tipo de política de transición ecológica.

Solo así ¡sí hay futuro!