He tenido que contar hasta mil antes de ponerme a escribir esta columna, estoy entre cabreada y muy cabreada, menuda semana de despropósitos en las intervenciones de nuestra clase política, que lejos de rebajar el tono, lo están elevando aún más. Deberían de volver los aplausos en los balcones; yo saldría a romperme las manos a aplaudir por la poca clase que gastan nuestros representantes.

Entre todos la mataron y ella sola se murió, Nunca la política tuvo un mejor epitafio que este, ¿no creen?

¿En qué momento lo hemos hecho tan mal para colocar en primera línea a los extremos, para echar vinagre en las heridas que ahora se demuestra más que nunca que no están cerradas, qué hemos hecho para escuchar tanta violencia en boca de nuestra clase política? Con chulería y egocentrismo no vamos a salir de esta. Me parece una falta de respeto brutal a la ciudadanía lo que están haciendo en un momento tan delicado en que la sociedad demanda soluciones, no que el debate bronco y de mal gusto salte a la calle.

No digo que no exista el debate; es necesario. Pero estamos siendo testigos de algo que va más allá de la cortesía parlamentaria o el juego político en las comparecencias de sus señorías. Abandonen el circo mediático, a ustedes y a sus gabinetes de comunicación les diría que se hicieran mirar sus estrategias, lenguaje y puesta en escena; también sacaría de las redes sociales a los líderes de las formaciones políticas para que dejen de incendiar aún más los ánimos. Tengan algo de pudor.

No reconozco al Partido Popular. Su actual directiva pasará a la historia y no será por buenos resultados o grandes logros, sino por ser devorados por la extrema derecha, por abandonar un posicionamiento moderado y no ser capaces de hacer oposición constructiva. Se han convertido en una oposición de trinchera donde parece que hay que morir matando, en que la portavoz en el Congreso le come protagonismo al presidente del partido, Pablo Casado, con un discurso en el que todo vale, como el desafortunado comentario en el que llamaba 'terrorista' al padre del vicepresidente del Gobierno y, ojo, que no seré yo quien esté de acuerdo con Pablo Iglesias en algo; no aplaudo su gestión como vicepresidente ni como líder de Podemos, pero las palabras de Álvarez de Toledo son una provocación innecesaria, así como rechazo de la misma forma que el vicepresidente la llamara 'marquesa'. Me produce vergüenza ajena que esto sea lo que aparece en los diarios de las sesiones de nuestros diputados.

Y por si no habíamos tenido suficiente con la sesión de control al Gobierno, llegaba el pulso entre Pablo Iglesias y Espinosa De los Monteros en la comisión para la Reconstrucción, que acababa con el «cierre al salir» del vicepresidente ante la pasividad del presidente de la mesa, Patxi López, a quien agradezco que poco más tarde pidiera disculpas públicas ante el espectáculo que sus señorías nos habían dado. Ojalá dejen de patalear de manera tan sucia.

Escribí aquí que llegarían los reproches, la distribución de culpas, y no me equivocaba, aunque prometo que nunca pensé que fuéramos a ser testigos de un debate tan tenso, con tanta violencia en el lenguaje; hasta me atrevería a decir que se percibe demasiado odio y esto es algo que, qué quieren que les diga, me cabrea. Les diría a todos nuestros políticos: «Váyanse, y cierren al salir».

Qué rápido se olvida todo, que rápido llegan los gritos y el ruido. He leído que en Italia, un chico sin patologías previas de 18 años ha sido trasplantado de los dos pulmones, el covid se los devoró. Me da la sensación de que nos hemos olvidado de esto. Entre tanto ruido político debiéramos ser capaces de no olvidarnos de lo grave que es este maldito bicho.

Pero esta semana sus señorías no han sido los únicos que me han cabreado. Ver las imágenes del Mar Menor, sus aguas negras, montañas de lodo y residuos que anuncian su muerte, eso no me ha cabreado, me ha entristecido. Y nadie hace nada. Reproches y culpas, sin actuar para proteger la laguna. Mientras el Mar Menor podría ser destino turístico perfecto este verano, sin embargo la Región tiene para ofrecer una ciénaga. Qué más ha de sucederle para que de verdad se tomen medidas. SOS MAR MENOR.

Pero eso sí, algunos no faltan a las caceroladas y las manifestaciones con banderas en Murcia; aquí se sigue votando a los que no hacen nada para solucionar un desastre natural de semejante gravedad. Pedro Sánchez tiene la culpa de todo, y lo mismo Fernando Simón tiene algo que ver también en lo del Mar Menor. Lo peor de todo es que nada va a cambiar y cuando se actúe será demasiado tarde, o quizás ya lo es.

Pero no todo han sido cabreos y tristezas. Esta semana he salido por primera vez a dar un largo paseo y a comer en casa de unos amigos. El paseo hasta la casa donde me esperaban fue muy agradable, Madrid es un eterno domingo a la hora de comer. La mascarilla es lo único que te recuerda lo que pasa, pero tengo la sensación que nos hemos acostumbrado a vivir con ello. Llegar a casa de mis amigos y verlos fue bonito, y no les puedo mentir, confieso que me abracé con ellos, no lo pude evitar, necesitaba contacto, oxitocinas. ¡Qué sensación! Después de mi soledad de estos meses, me acostumbré rápido a estar con gente (llevaba como un monje cartujo dos meses), con una cerveza y charlando sin más, parecía domingo y era miércoles.

Fue un gran día, una recarga de energía y recuperé algo de normalidad, ni vieja ni nueva. Compartir como lo hemos pasado cada uno, contar como nos ha cambiado la vida, hablar de frivolidades por un rato. Volví a comer tortilla de patata casera, cuajada al punto perfecto y con cebolla, disfruté con una empanada gallega casera y probé el mejor guacamole casero hecho por un inglés que he probado en mi vida, comí con cava y me puse piripi. No se le puede pedir más al primer día de mi Fase 1 en Madrid. Al día siguiente volví a salir a dar otro largo paseo, y no se pueden imaginar las agujetas que tengo, es como si hubiera subido el Turmalet en bici; lo de los términos medios no me lo explicaron nunca, qué le voy hacer.

Aunque no me crean, no he ido a ninguna terraza, no estoy en el equipo de los ansias vivas que mueren por sentarse en una. La desescalada la llevo a mi ritmo, acabé Juego de tronos hace dos meses, así que imaginen la prisa que tengo. No voy a negar que me apetece mucho y más con este tiempo, pero en estos momentos necesito que las cosas sucedan a pequeñas dosis, llámenme rara, no sé.

Vivan su desescalada, si van a una terraza sigan tomándose una cerveza a mi salud, no se contagien del ruido político y cuídense.