Ayer se cumplió un año desde que se celebraron las últimas elecciones autonómicas y municipales. Es normal que haya frases y comentarios que envejezcan mal con el tiempo, pero Diego Conesa vitoreando su resultado diciendo que no tenía del todo claro que le fuera a permitir a Ciudadanos gobernar con él es, quizás, de los mayores ejercicios de patetismo político de los últimos tiempos.

Más allá de las desgracias del PSRM, que suficiente tienen con lo que tienen, en un año ha cambiado prácticamente todo. Empezando por ellos.

Hace 366 días el PSOE era la fuerza más votada en la Región de Murcia, por primera vez desde que Valcárcel era joven. El mérito no era suyo, claro, sino demérito de una derecha cada vez más dividida en un entorno convulso que hizo que los murcianos pasáramos de un califato absolutista de veinte años de duración a tener cuatro presidentes distintos en menos de cuatro años. Los resultados del PSRM no fueron apabullantes, ni siquiera dignos habida cuenta del desgaste del PP. Pero le permitieron vivir en un espejismo que duró tan poco como que en apenas unos meses dos fuerzas de derechas le adelantaban en voto directo en las nacionales.

La izquierda murciana no tiene solución, y no parece que haya líder político capaz de darle salida a su irrelevancia política y mediática. El líder de la oposición en el ayuntamiento de Murcia es un perfecto desconocido, en el Parlamento Europeo el eurodiputado que más impactos mediáticos tiene en la Región, sobre temas de la Región, es mallorquín y de Ciudadanos; en Madrid la relevancia de Teodoro García Egea es incomparable a la de Pedro Saura (¡y eso que es Secretario de Estado!), y la verdadera oposición en la Asamblea parece hacerla más Vox que cualquier socialista. De hecho, con la caída en desgracia del errejonista Urralburu, apenas ha habido un incremento de la relevancia mediática del PSRM habida cuenta del hueco que dejaba un verdadero líder transversal como el comunista.

El futuro político de la Región de Murcia es incierto. Hay un Gobierno de coalición que funciona, y además muy bien. En el resto de España, en el que la Región apenas acapara titulares, se alaba la coordinación institucional entre dos socios que en otras Comunidades autónomas son más noticia por sus desavenencias que por sus éxitos.

Las mayorías que asoman en el horizonte no parecen reflejar un vuelco ideológico lo suficientemente potente como para que abandonemos la senda de la derecha (más bien al contrario), pero en cualquier lugar medianamente normal algún líder opositor debería plantearse si el mal endémico de su fracaso electoral se debe a que somos una Región sociológicamente de derechas, a que su rechazo al Gobierno ha sido torpe, o a que hace falta un líder que efectivamente ejerza como tal.

Ha pasado un año desde que Diego Conesa ganara las elecciones, y es muy probable que el grado real de conocimiento de los murcianos sobre él esté por debajo del 30%. Le quedan tres años para volver a enfrentarse a unos electores que no le dieron ni la tregua de las nacionales, a un Gobierno que funciona y a una oposición que lidera en número pero no en autoridad.

La izquierda murciana aún tiene tiempo para diseñar su camino hacia un nuevo fracaso. Esperemos que esta vez, al menos, nos ahorren el exabrupto de la condescendencia. Por vergüenza ajena, vaya.