Una de las consecuencias más nefastas de las últimas semanas es una situación emocional, al parecer más extendida de lo que a simple vista puede parecer, y que podría definirse como el del momento dull. No es otro fenómeno que el que está presidido por el aburrimiento, la apatía, el desinterés, la falta de motivación? No afecta solamente a personas creativas de por sí, como aquellas que encuentran en manifestaciones artísticas una sutil manera de poder expresar todo lo que les bulle por dentro, sino también a quienes desarrollan una actividad laboral de cualquier tipo o de simple bricolaje doméstico. Aquí no existen jerarquías ni discriminación positiva. Hablamos de cansancio, desgana, hastío o inapetencia. De la nada más profunda.

Les voy a poner un ejemplo. ¿Recuerdan cuando Fernando Simón desapareció de las primeras ruedas de prensa porque se había contagiado de la Covid-19? ¿A que cuando volvió se reactivaron sus ánimos en cuanto a sus filias o sus fobias hacia este personaje? Pues esa reacción, expresada tanto de manera positiva como negativa, es una muestra evidente de que estamos vivos, de que somos capaces de ensalzar o de crucificar al más pintado. Si conocen a alguien que se dedique a las facetas artísticas sabrán que esas personas creadoras son especialmente productivas en los momentos de euforia o de abatimiento total. Las musas inspiran, sobre todo, en los instantes de revuelo interior, bien sea de subida como de bajada. Pero lo que parece es que apenas se muestran en aquellos instantes de indiferencia, hartura o tedio. Vamos, en aquello de lo que ahora abunda. De ahí que vivamos entre un paréntesis abierto y unos puntos suspensivos.

No hablo de otra cosa que del disgusto, el fastidio, la pesadez o el sopor que llegan como resultado de escuchar los mismos mensajes de odio y queja ante lo que nos pasa, cuando en realidad lo que nos sucede no es ni la mitad de grave de lo que viven millones de personas en otros lugares del planeta. Pero claro, como hemos decidido no ponernos en el lugar de alguien, pues lo nuestro, lo de nuestro ombligo, lo de nuestras narices? se convierte en lo único que somos capaces de ver o sentir, y nos quedamos en un punto sin aparente retorno.

Es esa sensación que tenemos cuando apenas han transcurrido escasas jornadas de los momentos pico de la pandemia y parece que vamos a dejar de lado las lecciones de la crisis, cuando nos cargamos de razones y tentamos la suerte, pese a las advertencias que nos llegan. Es como lo del cinturón de seguridad en el coche, que nos irrita cuando la Guardia Civil o la Policía Local nos multan por no llevarlo puesto, incapaces de entender que, en el fondo, están velando por nuestra seguridad. Sí, sí, la nuestra. Casi nada. Vamos, anda, que un picoleto o un pitufo me van a soltar a mí lo que es mejor, nos decimos henchidos de razones. O como ahora muchos pontifican con aquello de que ¡vamos, que Pedro Sánchez o el Pablo Iglesias me van a prohibir a mí salir a la calle, tomarme las cervezas que quiera o ir a donde me dé la real gana! Faltaría más que eso te pase a ti, patriota hasta la trancas y amante tradicional de las libertades.

Momentos dull son aquellos que llegan como resultado de la pereza que produce estar casi siempre oyendo lo mismo, las mismas sandeces, los mismos disparates y discursos. Momentos dull los tenemos todos, ya seamos más virtuosos y creadores o simples mortales que pasamos por la vida de manera inadvertida, en silencio, sin llamar la atención.

Un momento dull, sin ir más lejos, es el que estoy atravesando, y resulta que no pasa nada, que tiene su valor en sí mismo. De ahí que, si usted es alguien que pretende llevar la voz cantante en el trabajo, la política, el súper, en el paseo de la tarde o en la tertulia de la terraza, de la radio o la tele, sea bienvenido, sea bienvenida, porque seguro que le llega en algún momento de la vida. Y no pasa nada. ¿Sabe lo que le digo? Que ful de Estambul, que, para falsos, los debates sobre lo que los otros tienen que hacer cuando uno no es capaz de coger las riendas de su propia vida. ¿Es que no vamos a aprender nada?