La gestión de la crisis mundial desencadenada por la pandemia del Covid-19 ha sido muy distinta en cada país, tanto en las medidas adoptadas para intentar parar la curva de contagios, como en el estilo para comunicarlas a la población. En esta comparativa entre países, los medios han destacado que aquellos territorios liderados por mujeres habían obtenido mejores resultados en la superación de la pandemia que los liderados por hombres. Esta afirmación no es en absoluto determinante, ya que hay países, cuyos líderes son hombres, que han desarrollado estrategias cuyo resultado ha sido exitoso en la lucha contra el virus, como es el caso de Corea del Sur.

De los países con representación en la ONU, menos del 10% están gobernados por mujeres, lo que representa que tan solo el 4 % de la población mundial tiene a una mujer al frente de gestionar la mayor catástrofe a la que el ser humano se ha enfrentado en los últimos siglos. Y sin embargo la mayoría de estos países se encuentran entre los que mejor han enfrentado esta pandemia. Esto ha llevado a muchos medios a afirmar que las mujeres gestionamos mejor las crisis que los hombres.

La revista americana Forbes analizó la gestión de la pandemia en Islandia, Finlandia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Alemania, Noruega y Taiwan, países gobernados por mujeres en los que la empatía, la transparencia y la prudencia han sido las señas de identidad para afrontar este problema global. ¿Cabría entonces pensar que ser mujer es una garantía para saber cómo actuar en la pandemia? ¿Todas las mujeres gobernantes gestionan la crisis de igual manera?

En opinión de la profesora de Liderazgo y Organización de la universidad de Essex, Elisabeth Kelan, se tiende a achacarlo todo al género, pero no se puede decir que exista una única forma de liderazgo femenino. «Desde el punto de vista científico, es difícil argumentar que las mujeres responden mejor a las crisis», concluye. Pero lo que sí es cierto es que llegar a alcanzar posiciones de liderazgo frente a los hombres ha determinado que las mujeres desarrollemos estrategias y alternativas que han resultado eficaces y que han estado lejos del autoritarismo empleado en otras partes del mundo.

El perfil de estas líderes es muy diverso, desde la veteranía de la canciller alemana, Angela Merkel, que se encuentra al final de su cuarto mandato; a la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, que con 35 años es la más joven del mundo. Todas ellas, junto a la neozelandesa Jacinda Arden, la danesa Mette Frederiksen, la noruega Erna Solberg, la islandesa, Katrin Jakobsdottir, o la taiwanesa Tsai Ing-wen, han aplicado estrategias basadas en la anticipación, la realización de pruebas generalizadas, el confinamiento desde un primer momento y acciones de concienciación. También, y esto nos parece importante resaltarlo, han usado diferentes modos de comunicarse con los ciudadanos, evitando el símil bélico y utilizando la empatía y la transparencia.

Según María Solanas, directora de Programas del Real Instituto Elcano, «los países en que estas mujeres ejercen su liderazgo están mejor preparados para abordar una pandemia y la crisis sanitaria que ha conllevado (material, equipo sanitario, etc.). Partían con mejores herramientas para hacer frente a la enfermedad. Y contaban también con excelentes líderes, sin ninguna duda, que han abordado la crisis con acierto, celeridad e innovación». Son países muy avanzados tecnológicamente y donde los sistemas de salud pública son especialmente bien valorados.

Además, según Núria Mas, profesora del IESE y consejera del Banco de España destaca que, si bien el liderazgo femenino suele ser más participativo, el alto perfil académico de muchas de las líderes de este grupo puede ser otra de las razones de su buen manejo de la crisis.

A esto habría que añadir que estos países suelen ser menos discriminatorios a la hora de elegir líder a una mujer.

Sería demasiado peligroso idealizar el liderazgo femenino. De hecho, solo tenemos que nombrar a la presidenta de la Comunidad de Madrid para echar por tierra todos estos argumentos, aunque tal vez ella sea la excepción que confirmaría esta regla.

Para Arwa Mahdawi, columnista de The Guardian, «la correlación no es la causa. Ser mujer no te hace automáticamente capaz para gestionar una crisis como la que vivimos. Tampoco te convierte en una líder mejor€ si bien es cierto que las mujeres generalmente han tenido que ser mejores para convertirse en líderes; nos exigen más que a un hombre para que se nos tome en serio. Siempre con notables excepciones». Estas mujeres pueden servir de inspiración y animar a que otras muchas aspiren a puestos de poder.

En cualquier caso, el ejemplo de cómo han afrontado la situación en la que nos encontramos inmersos debería servir para que la forma de liderar evolucione en un futuro hacia métodos más inclusivos y eficaces, más empáticos, con respuestas imaginativas que sean transmitidas de manera clara y transparente.