El jueves llovió intensamente, durante bastante tiempo, sin caer la lluvia de forma torrencial ni agresiva; el viernes aún cayeron algunas gotas, e incluso el mismo sábado había anunciadas lluvias, lo que preparaba un ambiente especial, como sólo se dan en Murcia tras días de lluvia, para cambiar la boria habitual, de tono plomizo, que se da por combinación de los humos de las quemas de rastrojos hechas por gente sin conciencia y negligentemente consetidas por los Ayuntamientos, con los humos de tráfico, ahora reducidos a la fuerza, y con esa vaporización de la humedad que a diario levanta la calor; cambiar la boria, decía, por un día singular de cielos lúcidos, transparentes y de colores nítidos.

Como ya va siendo habitual durante este enclaustramiento, me costó madrugar, acomodado también con una menor exigencia de la marcha que había escogido, de nuevo hasta poco después de las 7,30 no comenzaría la caminata, tras un pequeño despiste que me llevó a errar en un primer intento el camino de acceso, por contarlo todo.

Mientras me aproximaba, con el tramo de despiste incluído, he tenido varios cruces con grupos ciclistas, lo normal para esa carretera, pistas y caminos muy frecuentados por estos deportistas. Espero que por la ruta, ya alejado de esas vías, me acompañe la soledad, gran cosa que también busco disfrutar cuando hago estas salidas, caminar solitariamente, o al menos en silencio, ejerce un maravilloso efecto de meditación natural, permitiendo regocijarme mejor con los sentidos.

Así fue, en parte.

Inicio la subida al cresterío de las Murallas de King Kong, la tierra húmeda, el verde muy verde, amarillos intensos, el cielo muy limpio, con unas nubes de tono gris casi oscuro, con bastantes claros, todo muy vívido, aún con la luz del sol medio mitigada por esas nubes y por la hora. Qué tranquilidad, silencio urbano, sonido natural, hasta parece que trinan más fuerte los pájaros. Cuando ya alcanzaba la zona alta del cresteo, a lo lejos, fugazmente, vi a otro solitario caminante. Continué la marcha parándome a a disfrutar con las vistas, tomando algún desvió provisional para mejorar la panorámica sobre los valles a uno y otro lado, disfrutando de la espectacular diafanidad del día. Poco más arriba, avanzada la marcha, me cruzo con un ciclista, unas centenas de metros más adelante, con un grupo de ellos, y ya acabando el cresterío, poco antes de iniciar la bajada, otro más; mérito tiene ir con la bici por aquí, mucho, siempre me ha maravillado la fuerza y entrega de quienes practican el ciclismo, sobre todo por la dureza de los ascensos.

No debe ser fácil subir por estas sendas hechas por huellas de pie y pensadas para caminar además de que, teóricamente, están prohibidas para el tránsito con ciclos, con o sin motor; su federación no debe haberles comunicado esta restricción o la mía debe haberme informado mal. Tampoco deben estar al tanto guardas y cuidadores del monte, pues nunca he visto autoridad alguna custodiando estas zonas del parque, mucho menos informando o apercibiendo del correcto uso de las sendas.

Donde quizás sobraba un senderista, yo, fue en la parte final de la ruta, que decidí hacer circular; grave error, pues esto suponía volver por pistas de monte que, estas sí, son terreno abierto para ciclistas. Sobraba y me sorprendía, no ya porque parecían concentradas en este corto trozo de pista todas las grandes carreras Tour, Giro y Vuelta, más alguna que otra clásica, sino porque las normas sobre distancias de seguridad decretadas, de mayor distancia para cilcistas, tampoco parecía que se las hubieran leído o que su federación les hubiese informado.

Lo que este exceso de afluencia resalta es que la limitación horaria para practicar deporte obliga a concentrarnos en espacios más cercanos, con un efecto constreñido más notable para ciclistas que, pudiendo desplazarse a gran distancia, han de limitarse a un área que se les queda pequeña.

No entiendo que en espacios alejados de los núcleos de población y de las zonas donde la población no federada acude a realizar sus ejercicios deba mantenerse esa limitación horaria, en esta fase, ni la no solapación en horarios prevista para la siguiente.