ecuerdo que cuando era pequeña, don Francisco, el médico de cabecera de mi familia, tenía tal ascendente en mi casa que si nos enviaba a Granada a un especialista, a mis padres ni se les ocurría comprar las medicinas que nos mandaba antes de consultar con su médico de cabecera, porque no fue la primera vez que éste, que parecía formar parte de la familia, le decía a mis padres que «de eso nada», que no nos dieran esos medicamentos recetados por el especialista y, naturalmente, mis padres 'ni de coña' nos los daban, faltaría más. Porque aunque nos los hubiese recetado un especialista, el que sabía lo que realmente nos convenía era don Francisco, sin el menor atisbo de dudas. Con aquello percibí, desde muy pronto, que en la medicina, en la mayoría de los casos, obra milagros la cercanía, la confianza que el enfermo deposite en el médico. Y pasado el tiempo, aprendí a valorar por mí misma la importancia que en la sanación tiene una buena atención primaria.

Esta pandemia está dejando en nosotros muchas enseñanzas, sobre todo nos ha descubierto que eso que nos decían de que España cuenta con el mejor sistema sanitario del mundo mundial era un pelín exagerado. Sí, hemos descubierto que nos faltan muchas cosas para ser los primeros, quizás porque cada Comunidad autónoma hace de su capa un sayo en este tema y cada una intenta invertir en las cosas que más le interesan, siempre desde una perspectiva electoral, y al parecer, entre esas cosas de importancia no se encuentra la sanidad publica. Quizás porque, alrededor de la sanidad, hay muchos intereses privados, con capacidad de influencia en los políticos de turno, que ven más rentabilidad, de todo tipo en la inversión en medicina privada que en la pública.

Pero en esta pandemia, también hemos descubierto que si los gobernantes han recortado las inversiones de todo tipo en la sanidad (quinientos médicos más serían necesarios en la sanidad pública de la Región), ésta continúa contando con un personal sanitario que a lo largo del tiempo ha ido cubriendo los huecos de la mala gestión administrativa con su entrega, con sus conocimientos (buen nivel de las facultades de Medicina en este país), que ahora han puesto al servicio de la sociedad para que el desastre fuese menos acusado, con ser mucho.

Vivo en El Ranero, y como en otras áreas de la capital contamos con un centro de salud. Y quizás sea el momento oportuno para referirme a este centro, sencillo, sin pretensiones, que cuenta con médicos, enfermeras y personal auxiliar que hacen que el enfermo que se acerca a él sienta que lo tratan con dignidad, que lo consideran. Y ahora, cuando hay quienes han conseguido que los aplausos que los ciudadanos hemos venido ofreciendo a los profesionales sanitarios pasen a un segundo plano: están interesados en otras cosas más pueriles y menos importantes, es necesario que hablemos de lo fundamental de la atención primaria en medicina, porque uno de los grandes valores de la medicina familiar está en esa atención basada en la cercanía y la comunicación entre pacientes y médicos. En definitiva, es el factor humano imprescindible en medicina, que se agudiza más en estos casos y que ahora será determinante en el seguimiento del coronavirus. Porque hasta que no exista una vacuna, lo tendremos entre nosotros de manera amenazante, y porque estos centros serán los primeros que detectarán los síntomas y los que evaluarán la gravedad de la situación clínica del paciente: serán los que decidan su hospitalización o no.

Y miren que la Administración hace lo posible para que los centros de salud de Murcia pierdan importancia. Tanto, que hace tiempo decidió que solo trece de los 85 centros existentes en la Región se mantuvieran abiertos por las tardes. Quizás sea el momento oportuno para que los gestores de la sanidad pública reflexionen.