La noticia de la muerte de Miguel Ors nos ha sorprendido y apenado. Solo un par de días antes habíamos leído su colaboración habitual en La Razón: «Confinado, tengo complejo de preso. Me aburro. Mucho teléfono y muchos telediarios y muchas opiniones. Me digo: Nada como el papel», se lamentaba, antes de cerrar el texto con unas palabras que cobraron significado horas después: «Miguel - me dice mi amigo San Pedro-, la política es el fútbol jugado con odio insolidario». Periodista hasta el final, murió el pasado 3 de mayo, fecha en la que se conmemora (desde 1994) el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Qué cosas.

Sabíamos que sobrellevaba el confinamiento con paciencia, en casa, entre libros y películas, cuidando con mimo de su esposa Margarita. Que estaba muy ilusionado por el reciente nacimiento de su biznieta Isabel y que tenía la esperanza de regresar, tan pronto le fuera posible, a Águilas.

Visitarle en su residencia de la playa del Hornillo se había convertido en una jubilosa costumbre. Su cabal juicio de la actualidad, aderezado por las anécdotas que afloraban desde la lucidez de su excepcional memoria, nos deleitaba en maravillosas conversaciones que echaremos mucho de menos. Miguel Ors ha vivido mucho en todos los sentidos, y acumuló cientos de vivencias como testigo de acontecimientos relevantes del periodismo; por ello, su conversación amena siempre estaba cargada de recuerdos.

Las generaciones más jóvenes desconocen que el presentador de Estudio Estadio y de la sección de Deportes de la primera edición del Telediario durante tres lustros (1962-1977), en cuyo palmarés figura la cobertura informativa de cinco Mundiales de Fútbol, seis Juegos Olímpicos de verano y una edición de los de invierno, y cuya labor fue distinguida, entre otros reconocimientos, con la Antena de Oro, los premios Ondas y Nacional de Televisión o la Medalla al Mérito Deportivo, contribuyó a la difusión de la buena imagen de Águilas en los años del desarrollismo y del boom turístico desde el privilegiado bastión mediático que era (en mucha mayor medida entonces que ahora) Televisión Española.

Su llegada a Águilas se produjo por casualidad en 1962, cuando un amigo le recomendó el lugar para su descanso vacacional familiar.

Informados de su presencia en la localidad, Norberto Miras y el entonces alcalde de la localidad, Vicente Bayona, fueron a visitarle para dispensarle las mayores comodidades. Agradecido por el trato, Ors decidió volver a reservar en el Hotel Calypso las vacaciones del verano siguiente y animó a Miguel Pérez-Calderón (compañero de TVE) y Jesús de la Serna (compañero de Pueblo y futuro director de Informaciones) a que hicieran lo propio. En Águilas ya recalaba con su familia el también periodista Salvador Jiménez.

La persona clave para la permanencia de los periodistas en Águilas fue Armando Muñoz Calero. El conocido médico mantenía con ellos una estrecha relación. El objetivo consensuado con Miras y Bayona era ligarlos definitivamente a la localidad (un pequeño y casi desconocido enclave costero del Mediterráneo, por aquel entonces) por su importancia estratégica para la difusión del ambicioso plan turístico y de fomento que se estaba gestando. El proyecto incluía acciones para la mejora de las infraestructuras y actividades culturales encaminadas a contribuir al renombre de la localidad. En 1964, Muñoz Calero, Norberto Miras, Vicente Bayona, José Luis Martín Muñoz y Jesús Fernández les convencieron para quedarse gracias a la donación de un terreno de su propiedad para que construyeran su residencia en la playa de El Hornillo. Margarita Villarejo, esposa de Ors, decidió el lugar exacto de su construcción. Terminada en 1966, la residencia fue bautizada con el nombre de Las Cuatro Plumas.

Miguel Ors impulsó numerosos reportajes sobre Águilas en televisión mientras que Salvador Jiménez y Jesús de la Serna hicieron lo propio desde Abc y el vespertino Informaciones. Todos participaron como miembros del Jurado del Premio de Novela Ciudad de Águilas, cuyo asiduo secretario, Miguel Pérez-Calderón, tuvo la genialidad de crear La Orden de las Cuatro Plumas con la finalidad de reconocer a sus visitantes y colaboradores más distinguidos. Frecuentaron la residencia (epicentro donde se gestaba la actividad cultural aguileña de aquellos años) personalidades como el presidente del Banco Central, Alfonso Escámez (con quien Miguel Ors mantuvo una franca amistad) o el actor Paco Rabal (que llegó a residir un tiempo en casa de Salvador Jiménez, mientras terminaba la suya en Calabardina, motivo que inspiró la película de su hijo Benito: Las cuatrocientas plumas).

Ha sido tan intensa, tan íntima y tan profunda su relación con Águilas que su voluntad, expresada a sus íntimos, fue quedarse en el mar y ser parte de su paisaje; en ese privilegiado lugar, que mira a la isla del Fraile, ha querido descansar para siempre Miguel Ors. Cerca de su residencia de Las Cuatro Plumas, a cuyos pies hace unos días se escribía su nombre, flanqueado por flores y un balón, al arrullo de las olas. Unas olas que serán incapaces de borrar su huella en la historia de Águilas (que ya le distinguió como Hijo Adoptivo en 1971) y en el periodismo español.

Descanse en paz, don Miguel.