Nunca pensé que esta crisis iba a sacar lo peor de tanta gente mientras todavía hay personas en las UCIS debatiéndose entre la vida y la muerte. Nunca pensé que nos comportaríamos de manera tan irracional y egoísta, prostituyendo la palabra libertad, con la crisis sanitaria más dramática jamás vivida. Nunca pensé que la polarización de la política de estos años nos separaría tanto cuando más unidos y fuertes debemos estar.

Tenía esperanzas en que reflexionaríamos ante lo frágiles que somos y lo importante que es echar el freno de mano, valorar la vida, cuidarnos y protegernos. Sin embargo, siento vergüenza y pudor ante el espectáculo del que estamos siendo testigos ante la irresponsabilidad en algunas ciudades como Madrid, y unos pocos hacen tanto ruido que rompen de manera obscena el silencio de la ciudad.

No sé si me estoy volviendo loca, pero creo que estamos en un estado de alarma necesario para poder salir de esta, estamos viviendo una situación dramática, con repuntes leves de contagios y donde lo importante es la salud y la sanidad. Aunque muchos no lo crean, y me tachen de sólo mirar hacia un lado, entiendo lo que significa parar un país en seco y cómo nos va a afectar lo sucedido. Entiendo la dramática situación de negocios, autónomos, ocio, hostelería, la angustia y la ruina a la que muchos se van a enfrentar ante la pandemia, la de gente que se ha ido a la calle, y lo lento que va a ser recuperar el país. Entiendo de verdad que la economía necesita moverse, pero un paso en falso, relajarnos demasiado, será mucho peor para todos.

Pero, ¿saben? yo hoy no quiero hablar de nada de esto, no quiero hacer ruido, quiero estar al lado de las familias de los mayores que ya no están, quiero hablar de los mayores que están en las residencias aterrados por miedo a ser contagiados o los que ya lo están y no saben si van a superarlo. Muchos no tienen a nadie o si lo tienen no pueden verlos ni sentir su calor y amor. Ésta es la gente que me importa, y no la pandilla de cayetanos histriónicos con bandera de España que creen que son mejores que nadie.

Me siento al lado de los cuidadores que se han encerrado con los mayores de muchas residencias como David, en Estella, que me emocionaba el otro día al escuchar su testimonio en un programa de televisión, y cito textualmente: «Esto no va de darles de comer, vestirles y jugar al bingo; este trabajo es dedicación, empatía y amor.». Cero contagios en su residencia. Personas como David no han dejado solos a esos mayores que son nuestro valor más preciado. Gracias a ellos estamos aquí y, sin embargo, ¿qué hemos hecho por ellos? Nada. Solo unos pocos han sido valientes, han dado un paso al frente y se han encerrado con ellos, para cuidarlos, protegerlos como a su propia familia. Me emocionan.

Debemos reflexionar como sociedad de manera seria, pero nosotros estamos preocupados en mierdas, en ir de terrazas como si no hubiera un mañana, en salir, salir y salir sin importarnos nada más. Me resulta triste que si no nos toca de cerca no seamos capaces de entender el horror de este virus. Me parece retorcido decir que son decisiones políticas las que mantienen a Madrid en la Fase Cero. No hay personal sanitario para atender un posible brote, nuestros sanitarios están agotados, falta personal en la atención primaria.

Pero es más importante hacer ruido, arengar a la calle: Ayuso diciéndole 'apreteu' a sus seguidores de palo de golf y banderas en Núñez de Balboa. No sé ustedes, pero esto ya lo he vivido en otra ciudad y con otra bandera. Mientras, en Madrid, en el barrio de Aluche, colas de personas sin recursos esperan una bolsa de comida. Pero solo importa el ruido y esto a mí me repugna.

Me siento un bicho raro ante tanto odio y banderas. Con nada de esto se salvan vidas. No le deseo el mal a nadie, pero a veces pienso que si las personas que gritan y ponen en peligro a los demás tuvieran un familiar contagiado, ¿se comportarían igual?

No somos conscientes de la burrada a la que nos estamos enfrentando, somos egoístas y pienso que no estamos a la altura de la generación de nuestros padres y abuelos que se dejaron la piel y la vida por un mundo mejor. Somos nosotros, los de la superioridad moral, los que lo hemos tenido todo, los que pensamos que el mundo es nuestro, los que les abandonamos hace tiempo, los apartamos de nuestra vida y ellos se merecen todo de nosotros. Los que más a salvo debían estar, blindados por todos, han vivido y viven el horror de esta pandemia, y muchos, solos. Nuestras residencias de mayores no estaban preparadas para nada, los recortes en servicios sociales durante años por parte de Gobiernos de derechas e izquierdas, les han dejado desprotegidos y nosotros seguimos haciendo ruido, a lo nuestro, preocupados de nuestro ombligo. Inexistentes protocolos ante epidemias, personal, medios de protección, no tenían nada.

Todavía me corre un escalofrío por la nuca al leer hace semanas a la vicepresidenta del Gobierno, consejera de Política Social, LGTBi, Familia e Igualdad naranja de la Región de Murcia, decir que «la pandemia saltó el muro de protección que había levantado en las residencias», mientras varias de ellas vivían los días más horribles que puedo imaginar, no se llegó a tiempo para protegerles, tardó en aparecer, y cuando so hizo fue para hacerse fotos y conceder entrevistas.

Una cosita, a ver si en vez de mandar cartas y esperar, se ponen de acuerdo consejería y Ayuntamiento para las becas de comedor de la ciudad de Murcia, que es una vergüenza en la situación que están muchas familias que no pueden dar de comer a sus hijos. Ruido y mandar cartas dando instrucciones, eso es lo que hacen nuestros políticos, pero aquí para lo importante, como dar la cara y ponerse a trabajar de verdad en las necesidades de los ciudadanos parece que cuesta. Eso sí, la puesta en escena, un diez. En fin.

Perdonen mi pesimismo y enfado, no puedo entender muchas cosas, me cuesta. Pero no todo va a ser dar caña y participar del ruido, estoy muy feliz por las personas que quiero y que han podido ver a su familia esta semana en Murcia, o sentarse en una terraza y charlar con amigos. Espero que una de esas cervezas haya sido a mi salud. Ya llegarán los abrazos, tengan paciencia. Yo, mientras, sigo en la ciudad del ruido, ya lo decía Sabina: «Ruido acomplejado, Ruido del pasado, Descastado ruido, Ruido malnacido, Ruido tan oscuro, Puro y duro ruido...»

Seamos responsables y cuídemonos.