Con la llegada de un bebé, sobre todo si es el primero, los futuros papás pierden la cabeza acomodando la que será la habitación del pequeño. Desde el clásico cambio de pintura en las paredes a otras posibilidades más creativas con estancias temáticas que se convierten en el mismísimo espacio, la selva o, incluso, el fondo del mar. A mí me encantaría que 'El pequeño ratón' tuviese una habitación llena de globos aerostáticos. Muchos globos. Incluso que su cama fuese el cesto del que tira alguno de estos globos gigantes. Está claro que su tamaño y colorido los hacen muy llamativos, pero yo creo que lo que de verdad me asombra es su capacidad de volar.

Sin embargo, lo peculiar de nuestras circunstancias impidió que nos esmerásemos en esta tarea los últimos meses de embarazo. Tras el nacimiento de 'El pequeño ratón' nos instalamos durante tres maravillosas semanas en Caravaca, en la casa de mi madre, y cuando el tiempo de refugio acabó y tocaba enfrentarse a esto a solas nos mudamos a un pequeño apartamento 'de soltera' en el que intentamos convivir entre los trastos del bebé, la ropa tendida y nuestras dos bicicletas. Pero sé que algún día acabarán las obras en la 'Cueva Azul' (ya hablaré de ella), o eso esperamos, y podremos dejar volar nuestra imaginación en el espacio que será su cuarto.

Ya os he dicho que 'El hombre del Renacimiento' no es demasiado convencional y, cuando comenzó la gestación, él inició su propio proceso de creación paralelo, transformando lo que por aquel entonces era un heredado pequeño huerto familiar. Él había dibujado y pintado en infinidad de ocasiones espacios verdes y frondosos jardines componiendo coloridos lienzos pero, como el mismísimo Monet, soñaba con su propio 'Giverny'. Y decidió regalar a su futuro hijo ese sueño. Cambió los pinceles por útiles y aperos para orientar su necesidad y torrente de expresión artística a través del diseño de un paisaje. 'El Huerto de los Mirlos', en el corazón de la Vega Media, dejó de ser un pequeño espacio de ocio donde plantar algunas verduras y hortalizas para convertirse en su vergel soñado.

Cuando supimos de la existencia del pequeño, lo primero fue encontrar un árbol que plantar con el que representar su paralelo crecimiento. El Elaeagnus Angustifolia fue el elegido, como una inaugural declaración de intenciones ya que comúnmente se le conoce como 'olivo de bohemia' o 'árbol del paraíso', muy probablemente porque es citado en la Biblia como uno de los árboles que se encontraba en el Edén. Su árbol se sumaba así a la mezcla de árboles de jardín como olmos, chopos, almeces o una encina junto al camino, con toda clase de frutales: granados, manzanos, limoneros o pomelos, entre muchos otros. Sin contar los diferentes paseos cubiertos por un sin fin de trepadoras y enredaderas con flor como madreselvas, glicinias o jazmineros de diversos tipos. Que, junto con los más de doscientos rosales y plantas aromáticas, perfuman el paso de las estaciones.

Pero él no es el único que tiene un árbol en propiedad, sino que cada miembro de la familia cuenta con su propio ejemplar, en mi caso un Cercis siliquastrum o 'árbol del amor', que por su flor purpúrea era un símbolo en la Constantinopla imperial. Conocido, también, es el mito de Apolo y Dafne que transformó a esta última en laurel y desde entonces esta especie se asocia al dios romano y a sus 'laureados'. Después de muchas dudas el propio 'jardinero' decidió plantar su árbol con un esqueje de esta especie que provenía de uno mucho más antiguo familiar.

Sin embargo, el rey del jardín es el sauce llorón que da sombra al estanque, ya que a pesar de llevar allí pocos años parece haber sido pensado para habitar ese espacio desde mucho tiempo atrás. El pequeño jardín acuático que éste cobija bajo sus hojas está poblado de nenúfares, calas y papiros que a su vez son refugio de los otros habitantes perennes del jardín: peces de colores y ranas, que ponen la banda sonora a las noches de verano. En el ecuador del jardín un pequeño puente japonés de madera en color azul articula el espacio y se convierte en el mirador y encuadre perfecto para las fotos entre amigos y visitantes.

Muchos se empeñan en dejar un legado material; 'El Hombre del Renacimiento' regalará a su pequeño un espacio donde jugar y corretear. Un espacio donde cada árbol, cada escondite entre la fronda, es un canto a la vida y a la belleza. Un mundo propio que habitar.