La mayoría de los escritores que conozco afirman haber caído en un estado de dispersión mental, de sequía creativa, de invencible desidia. Es como si, al disponer de tanto tiempo, todo lo que no es imprescindible pudiera postergarse para el día siguiente.

La cuarentena se asemeja a la eternidad. En el relato El inmortal, de Borges, quienes bebieron del río que los hace eternos han degenerado en trogloditas desnudos de mirada perdida, y Homero (un salvaje infantil y apático) apenas recuerda entre balbuceos haber compuesto la Odisea. Cuando el tiempo parece infinito, nada urge, todo propósito se diluye.