Me van a llamar aguafiestas, les aviso ya, pero cada vez que escucho eso de que en esta cuarentena la ciudadanía española lo está haciendo muy bien, saco la pistola y apunto desde mi balcón. Y no es para ir a juego con los votantes de Vox, que conste.

Hay muchas cosas que separan al Gobierno de la oposición, y estos días se están luciendo al empeñarse en que hayan muchas más. Sin embargo, hay algo que los une a todos. Pedro Sánchez, Pablo Casado y Santiago Abascal están de acuerdo en que la gente es maravillosa. España lo está haciendo genial. El responsable de los errores es siempre el adversario político. Nunca somos usted y yo. El cliente siempre tiene razón.

Por mi parte, conozco a muy pocas personas que hayan hecho bien la cuarentena y menos aún alguien que esté haciendo bien la desescalada. Por supuesto, usted que está leyendo esto ha pensado automáticamente: «Ah, pues yo sí. Yo he hecho todo lo que había que hacer». Es la reacción natural. Nadie lo reconoce. Todo el mundo tiene su excusa. Los que viven en el campo porque viven en el campo, que se ve que está más allá del bien y del mal. Los que viven en la ciudad porque no aguantaban más y han cogido el coche para irse al campo. El que se fue a su casa de la playa o volvió para regar el cactus. El que necesitaba salir a cenar con la novia, o ver a su amante, o comprarse un Satisfayer. Hippies y neoliberales, abrazando una concepción de la libertad individual más allá de cualquier compromiso colectivo. Conspiranoicos. Grupos de senderismo, de ciclismo, de espiritismo. El primo lejano, mi tío el del pueblo. ¡Y hasta abuelos que no podían esperar para ver a sus nietos! Repitan conmigo: Todo el mundo lo ha hecho bien. La ciudadanía española está teniendo un comportamiento ejemplar. Viva la gente.

Se llama sesgo de punto ciego. Los pensamientos, embadurnados de narcisismo, resbalan siempre a la hora de atrapar nuestros propios errores. Es algo que no podemos evitar. Pero es relativamente fácil de corregir. Se trata de la misma lógica del «Yo no soy racista, pero?», a lo que seguía siempre una sentencia racista. De la misma manera, pensamos: «Yo estoy haciendo bien la cuarentena, pero?», y añadimos nuestra excusa para saltárnosla a la torera. La solución es sencilla: Usted debe pensar que sí es racista, y preguntarse después por qué; qué vestigios, qué tics, qué ideas siguen activando el racismo en su cabeza. A lo que no vale contestar que ninguna. Hay que encontrarlas. Esa es la única manera de acabar con ellas. Y vale lo mismo para el machismo. O para el caso que nos ocupa. La única manera de acabar con nuestros errores es lanzar una batida contra nosotros mismos para darnos caza, y nunca volver de vacío. Yo, cuando saco la pistola en el balcón, me apunto siempre primero a la cabeza.

Todos los datos apuntan a que se avecina un rebrote del virus. Para los partidarios de la oposición, la culpa entonces será del Gobierno, y viceversa, mientras usted y yo seguiremos siendo considerados inocentes como un niño. Pues bien, podemos seguir en esa minoría de edad ética y política en la que la culpa es siempre de los demás y yo nunca hago nada mal. Pero lo cierto es que el Gobierno lo habrá hecho mal, y la oposición peor, pero usted y yo, mientras no reconozcamos nuestros propios errores, lo estaremos haciendo exactamente igual que ellos. Fatal.

Y no me miren así. Ya les avisé al principio que me iban a llamar aguafiestas.