Frívola me llamaron ayer porque anuncié que hoy me tomaría una caña en la primera terraza que encontrara abierta. Y lo he hecho. Frívola porque hay muchos que piensan que debemos seguir encerrados a cal y canto no solo para protegernos del virus asesino que todo lo acecha, sino por respeto a las miles y miles de personas que han muerto. Quién en su sano juicio no siente en lo más profundo de su corazón una tristeza inmensa e inconsolable y llora a veces, pero la vida sigue y nosotros, con ella. No hay más remedio.

No future, cantaban los Sex Pistols a ritmo de punk y rock en los setenta. Hace tiempo que decidí vivir sin pensar más allá del aquí y el ahora porque entendí que por mucho que quiera no es mío el control de todo esto. Ahora, después de dos meses de encierro, os confieso que solo deseo conseguir ocupar mi día a día de la mejor manera, ojalá sea la más amorosa y honesta. Hoy estoy aquí, muy cerca de los míos, que es lo que quiero; mañana, no tengo la más remota idea. Solo tengo claro que después de vivir lo que estamos viviendo a la vida le pido mucho menos, me sobra con capearla de frente y sin miedo.

En Murcia hemos comenzado la Fase 1 de lo que el Gobierno ha llamado la desescalada y hay mucha más libertad de movimiento, pero, como dice mi amigo Eugenio, también es el momento de adquirir otra responsabilidad además de todas las que toca asumir para combatir esta pandemia: la de pensar en qué ciudades queremos vivir. Y yo, como él, hay algo por lo que apuesto de frente: quiero ayudar a los pequeños comercios para que no mueran. Por eso, mañana volveré a tomarme una caña, ojalá con tiempo para acompañarla de un aperitivo. Y a quien no le guste, lo siento.

Hoy me despido de este diario que comencé hace 62 días pensando que solo estaríamos confinados por un corto tiempo. No puedo más, necesito pensar en otras cosas. Y aunque estos artículos me han servido de terapia y desahogo, ya no quiero seguir escribiendo. Muchas gracias a todos los que habéis estado cerca, desde el periódico, desde Facebook; sin vosotros hubieran tenido menos sentido estas líneas, estos pensamientos. Gracias por acompañarme en este viaje que, ojalá, a pesar de todas sus adversidades y contratiempos, haya merecido la pena. Yo, como os dije el otro día, en esta cuarentena no aprendí como otros ni a cocinar mejor ni a tocar el ukelele, pero sí conseguir hacer un listado de las cosas que, por lo menos para mí, realmente merecen la pena.

Por favor, cuidaos mucho, nos ha costado sudor y lágrimas llegar hasta aquí y tirarlo todo por la borda sería de imbéciles. Solo con un gesto tan simple como lavarnos las manos podemos ayudar a controlar los contagios. Las mascarillas, siempre.

Y no nos engañemos: ni naves espaciales ni carros voladores; el día después de esta pandemia será un simple viaje en la bicicleta de siempre. A la mía, que tenía olvidada en el garaje, ya le estoy arreglando las ruedas.

Os quiero.