Llevamos dos meses en casa. Por las mañanas he estado desayunando con el Diario de la pandemia de Carlos Alsina y Facciamo finta ché. Por las noches cenaba con el Diario del confinamiento de Carlos del Amor. Tengo la sensación de haber llegado al fin de algo. Ambos diarios han terminado, historias emotivas, tristísimas, solidarias, dolorosas, tiernas, divertidas, anestesiaban mis estados de ánimo. Algo ha cambiado o está cambiando... Hace dos meses el mundo se paró, los días iban muy lentos, todo pesaba mucho y no sé en qué momento todo se ha puesto en marcha, se ha roto el silencio de Madrid y la vida se ha acelerado más de lo que debería. Es como cuando te levantas demasiado rápido de la cama y tienes esa especie de mareo que da al incorporarse, ¿no les pasa?

Me pregunto en qué momento dejaron de importar los fallecidos, en qué momento nos hemos acostumbrado al número de tres cifras que nos dice cada día las personas que no han conseguido superar el Covid19. En qué momento nos hemos acostumbrado al horror y tenemos tanta prisa para todo. En qué momento la vida y protegernos ha dejado de ser lo importante.

No sé a ustedes, pero a mí no me gusta que tengamos tanta prisa. Parece que el virus se ha ido para muchos, que esto ya ha pasado y es alarmismo advertir que los casos de contagio están repuntando porque no se respetan las franjas horarias o los paseos de los niños. Siento darl malas noticias: el virus sigue aquí, los datos están ahí y todavía el número de contagios y de muertes es para que tengamos algo más de respeto y disciplina social.

Tenía la esperanza de que nos convirtiéramos en menos egoístas después de haber comprobado lo frágiles que somos, pero veo que no aprendemos nada. Saben que reparto a unos y otros responsabilidades, políticos y ciudadanos, pues todos tenemos que poner de nuestra parte para salir adelante, y por el momento es descorazonador ver botellones en Madrid por el 2 de mayo, o que el director de Emergencias de Euskadi sea pillado en un control policial trasladándose a su segunda residencia, por no hablar de las intervenciones de nuestros representantes políticos en el pasado debate de prórroga del estado de alarma. Ni unos ni otros aprobamos, ¿lo sabemos, verdad?

Llámenme exagerada, pero nos hemos relajado, nos hemos vuelto locos con la desescalada y las fases, y ahora queremos correr para pasarnos todas las pantallas del videojuego La Desescalada cuanto antes; hemos de recordar que el objetivo sigue siendo salvar vidas, proteger a nuestros sanitarios y mayores, no extender el virus y evitar que se genere una nueva cadena de contagios. Ahora más que nunca la distancia social y la higiene son fundamentales para seguir con el control de la epidemia; el confinamiento es lo único que funciona, seamos responsables y demostremos que se pueden seguir dando pasos para llegar a esa nueva normalidad a pesar de odiarla por lo mal que suena.

Ya saben que tengo una lista con palabras que eliminaría de la faz de la tierra, en la que esta semana incluyo cogobernanza: el Gobierno central y las Comunidades autónomas tienen que ponerse de acuerdo para sacarnos de esta. Ya resultaba difícil dialogar y llegar a acuerdos antes de la pandemia, pues imaginemos ahora. Ni en nuestras peores pesadillas. ¿Tan difícil es firmar un gran acuerdo de Estado al que se sumen la oposición y resto de partidos? Ellos a lo suyo.

La derecha no defrauda. Pablo Married salía en los papeles internacionales como la única oposición de Europa que no apoya al Gobierno durante la crisis sanitaria, somos originales hasta para las deslealtades cuando el país y su delicada situación están en juego, bravo Pablo. Santiago, mientras, sigue a lo suyo, o sea a nada; sorprendió a todos hablando de homosexualidad y comunismo, casi me estalla la cabeza al escucharle, así como informó de la convocatoria de una manifestación en coche para protestar contra el Gobierno, todo de mucha utilidad para los españoles, bravo Santi.

Y para mi sorpresa, cuando pensé que estaba todo perdido y que era difícil prorrogar el estado de alarma, aparece Arrimadas a salvar los muebles, y qué quieren que les diga, me pareció una actitud responsable y valiente en los tiempos que corren. Más vale tarde que nunca, Inés. Además es muy fácil: miren, se trata de proponer, sentarse, negociar, ceder por ambas partes y el resultado les sorprenderá a muchos; se llama, conseguir acuerdos. No es traición ni deslealtad.

¿Saben? Tenemos un problema. Los políticos, ese es nuestro problema. No somos capaces de separar ideología de gestión por el bien común a la hora de tomar decisiones responsables. Errejón lo decía en el pasado debate de prórroga: «Votamos sí, pero no lo hacemos porque se lo merezcan». Se hace por responsabilidad. Iniciar la desescalada no es fácil, la presión de la economía y los que la mueven está desviándonos de lo importante.

Felicidades a los premiados con pasar de fase como Murcia, significa que no faltan equipos de protección para nuestros sanitarios, camas de UCI y personal para atender lo que pudiera suceder según los criterios del plan de desescalada. Esto es lo importante, y después todo lo demás. Me alegro que puedan disfrutar de una nueva situación a partir de mañana lunes y puedan ver a la familia, tomar algo en una terraza. Tanto una cosa como otra háganla por mí. Valoremos y no olvidemos que esto no ha terminado aún, tengamos prudencia.

Yo, mientras, en Madrid. Avanzar lo que es avanzar como que no; parece más bien que retrocedemos y qué quieren que diga: la Comunidad con más casos, con la sanidad más agotada y con un leve repunte en los últimos días, que quisiera pasar de fase, perdonen, pero no lo veo. Lo de Díaz Ayuso es de sujétenme el cubata constantemente a la hora de tomar decisiones. Agradezco la profesionalidad de Yolanda Fuentes, ya exdirectora de sanidad pública en la Comunidad de Madrid por no firmar el informe para solicitar la fase 1. La gestión de Díaz Ayuso será recordada por la ineptitud e improvisación constante. No es el momento de tomar decisiones políticas cuando está en juego la vida.

Soy la primera que está deseando poder salir a comer croquetas con amigos, disfrutar de unas cañas en cualquier barra de un bar o comerme a besos a mis padres. Es mi primera primavera en Madrid después de muchos años fuera y la estoy pasando entre el tejado y mi casa. Espero que nada ni nadie nos robe el verano.

Sigan cuidándose.