¡Libertad!

¡He salido a la calle! Sí, señoras y señores. Como un hombre, ¡con un par! Después de siete semanas de confinamiento absoluto, he comenzado a salir a la hora que me corresponde (la de los chiquillos, de diez a doce de la mañana y de seis a siete de la tarde). Con mi mascarilla, me lancé hacia el Malecón y me crucé con algunos seres humanos. Qué alegría, oiga, ¡gente!

Dudas importantes

Una mujer pasa cerca de mí. Va hablando por el móvil: «Sí, el Juanico quiere casarse, pero no sabe cómo».

Aislamiento total

En todo este tiempo nadie ha entrado en mi casa. Las compras nos las han traído y las han dejado en la puerta. Hemos podido ver de lejos a dos de mis hijos (los otros dos viven fuera de Murcia) y ya está. Eso sí, el teléfono y las videollamadas han sido nuestra salvación. Nunca había tenido conversaciones tan largas por teléfono. A veces de casi una hora, con amigos o familiares. También alguna tertulia de grupo. Y alguna colaboración en la radio. Pero lo que se dice entrar en la vivienda, nadie en más de 50 días.

Más caro

¿Han notado ustedes la subida de precios? Una persona que tiene tres hijos me dice que cada compra semanal en el supermercado le sale por alrededor de 150 euros, y que antes de la pandemia nunca pasaba de 120. «Y compro más o menos lo mismo que antes», añade. La verdad es que yo también lo he observado. Claro está que cuando compras a distancia y sin ver tú las cosas, la posibilidad de que te llegue algo más caro de lo que pensabas es muy probable.

Ascenso social

Me entero por la prensa de que Tamara Falcó, la hija de la Preysler, esa que parecía un poco tonta, pero que dicen ahora que no, ha heredado el título de su padre, que se ha muerto. Ahora es marquesa de Griñón. Tú fíjate, la Tamara.

Series

He acabado de ver la primera temporada de Shtisel, esa serie de los judíos ortodoxos. Es curiosa. Por ejemplo, en 12 capítulos no hay nada de violencia ni de sexo. Todo es agradable y tiene el interés de que no sabes nada de cómo vive esa gente y así te vas enterando. Pero ya está bien. Realmente me ha costado trabajo tragarme los últimos capítulos. La que sí sigo viendo es Killing Eve. Me parece fascinante. La estoy disfrutando.

Demasiado calor

Una vecina le está diciendo a otra: «Yo no voy a sacar a mi hijo a las doce de la mañana ni a las tres de la tarde. ¡Se me va a asar el chiquillo!»

Es bueno

No sé si leyeron ustedes el artículo de Fran Béjar que se publicó en estas páginas el viernes. Se llamaba Los desescalados, y era francamente bueno, interesante, original. Todavía debe estar por ahí, en digital. Se lo recomiendo a ustedes. No conozco al escritor, pero me gusta mucho lo que escribe y cómo lo escribe.

Tiene dudas

Una mujer muy mayor me dice por teléfono: «La presidenta de Madrid es muy rara, ¿no?»

Vuelven a casa

Llevo 5 días leyendo de nuevo los periódicos en papel. ¡Bien!

*REALISMO

Estoy leyendo un libro que ya leí hace al menos 30 años y que había casi olvidado: Una vida violenta, de Pier Paolo Pasolini. Me está impresionando. Sitúa el principio de la novela en los años cincuenta, en los barrios más pobres del extrarradio de Roma donde la gente vivía en barracas rodeados de barro y suciedad. Y habla de los niños, de cómo van vestidos, de cómo juegan, de cómo hablan y lo que dicen. Como uno nació allá por la postguerra, también ha visto niños con pantalones cortos muy anchos atados a la cintura con una cuerda, rodillas llenas de costras, chicos que se rascaban continuamente la cabeza porque estaban llenos de piojos, bocadillos de pimientos fritos, etc. El Pasolini literario es el mismo que el de sus películas. En el fondo late la misma poesía dura como el pedernal.