Somos lo peor. Los guantes desechables que muchos utilizan para protegerse del coronavirus no se tiran al suelo ni se dejan abandonados encima de un banco, tampoco las mascarillas que ya han aparecido por miles en pequeñas islas de archipiélagos lejanos. Por seguridad e higiene su lugar es el contenedor de color gris, pero hay gente que prefiere deshacerse de ellos en cualquier lugar y por la vía rápida. Lo que nos faltaba, con todo lo que hemos luchado y tomado conciencia del shock que vive nuestro planeta por el uso de plásticos y otros materiales contaminantes. Yo no me pongo nunca guantes, prefiero lavarme cada dos por tres las manos, además quitárselos sin contaminarse requiere de una técnica específica nada fácil; sí los uso para coger la fruta y la verdura en el mercado. Mascarilla siempre, por respeto al que pasa por mi lado.

La pandemia ha evidenciado las deficiencias de gestión de residuos que no priorizan la prevención, dificultan la reutilización y mezclan materiales cuya separación en instalaciones de tratamiento es difícil y costosa. Mascarillas y guantes podrían ser recuperados si se recogiesen de forma separada. Pero para hacerlo, mi Gobierno no tiene planes; tampoco para muchas otras cosas, pero hoy no quiero pensar en ellas, me levanté feliz y no es cuestión de amargarme.

Si me conocéis o me leéis ya sabéis lo que me gusta el mar, así que no os debe extrañar mi obsesión por buscar información que me dé pistas de cómo vamos a volver este verano a las playas. La de Sanxenxo, en Pontevedra, es una de las más bonitas de España, aunque yo me quedo con las del Mediterráneo porque son las de mi tierra y, además, el agua está más caliente y no me congelo cuando me baño. El Ayuntamiento de esa localidad gallega quiere dividir las que tiene en parcelas pequeñas bien delimitadas y, como si fuera el teatro, organizar accesos numerados y sectores diferenciados, además de reservar la primer línea para juegos y caminatas. Yo este verano me planto en Cádiz porque quiero ayudar a poner en marcha mi país y además, dónde voy a ir si la Asociación de Transporte Aéreo Internacional ya ha avisado que los billetes de avión subirán hasta un 54% si se bloquea el tercio de los asientos en cabina para respetar las distancias. Vaya panorama.

Lo siento por mis amigos de Madrid, pero si la capital, uno de los focos mundiales de la pandemia, se ha atrevido a solicitar pasar a la Fase 1 de la escalada, que tanto todos añoramos y en la ya me podré beber un margarita, o dos, con quien me dé la gana, y algunas cosas más que todavía no me he enterado, en Ibiza, por donde el virus casi ha pasado de largo, que abran ya Pachá y que empiecen las despedidas de soltera y las bodas por todo lo alto. De ilusiones que vive una, la realidad es que si nos descuidamos, para San Juan seguimos encerrados.

Esta noche, superluna, la última del 2020 y más grande y brillante. De las flores la llaman. Telescopio no tengo, los prismáticos se han roto, pero saldré a buscarla a la montaña. Disfrutadla.

Os quiero. Cuidaos.