Aunque nuestras calles se llenan de gente a diversas horas del día, todavía no hemos salido de la crisis del coronavirus. Queda todavía mucho trecho y dolor, así que, por favor y respeto a los que mueren, no lancemos las campanas al vuelo. Habrá un antes y un después de la pandemia del Covid-19, no hay duda. Se ha dado una prórroga más al estado de alarma, este confinamiento sigue siendo el mejor arma para luchar contra el bicho como hacen Francia, Italia, Inglaterra y otros países. A la vez se inicia el deshielo del aislamiento, en diversas fases, según sea la gravedad de la situación en los distintos territorios. Ahí nos la jugamos todos. Responsabilidad ciudadana.

Continúa la crisis sanitaria, con este proceso de desconfinamiento gradual hay que abordar la crisis económica y social en la que estamos hasta el cuello, que los diversos sectores empiecen a funcionar para ir cogiendo músculo, el sector hostelero y turístico están en grave crisis, tendrá que ser el turismo interno de los españoles el que palie la falta de turistas extranjeros. Hay que empezar ya. Pero no nos olvidemos del bicho, sigue matando y se espera un rebrote para otoño o antes si no respetamos las normas de las autoridades sanitarias. Prudencia.

Ahora somos conscientes de que nuestra sanidad no es que fuera de las mejores del mundo, sino que era muy efectiva, hasta que llegó una pandemia que la puso a prueba y la falta sistemática de presupuesto la llevó al colapso. En este reinicio debemos estar presentes en sectores que hasta ahora han sido aparcados sistemáticamente, me refiero a invertir en políticas públicas en sanidad, cambio climático, investigación, educación, I+D+i, etc.

Es una apuesta por lo público, teniendo en cuenta que en este proceso de reindustrialización hay que apostar por sectores de los que no podemos ser dependientes. Y la crisis del covid-109 nos lo ha enseñado. Pierre Moscovici lo ha expresado tajantemente: para Europa, la llave de su futuro es la solidaridad. Sin ella pereceremos, con ella creceremos. Y en esas estamos, esperando a Godot, o sea, a ver qué decide la UE.

Y la crisis política, provocada por sus propios protagonistas, nos sigue maltratando a todos. Parece que el emblema latino «nadie puede sacar beneficio de su propia torpeza» es al que dirige a las fuerzas políticas españolas sin exclusión. Nada de cabeza y mucha casquería. Llevamos dos meses en que se nos bombardea con todo tipo de mensajes contradictorios; así no se rearma un país, hay que dar confianza a todos los sectores de que hay una política de Estado en momentos de emergencia nacional. Tenemos que saber proyectar una imagen de España como un país que da confianza y seguridad, además de sol y paella. Eso empieza por que creamos firmemente en nosotros y en nuestro país; si no creemos nosotros en él, ¿quién lo va a hacer?

Se necesita voluntad de acuerdo, que prime el interés general, los problemas de los ciudadanos están ahí, esas son las prioridades que necesitamos los españoles, vivamos donde vivamos. Altura de miras, que decían los clásicos. Para esto no vale la máquina de picar carne, ni la de la estridencia o el electoralismo, tampoco la del trágala sin buscar consensos previos. Si el Gobierno no consensúa y acuerda las medidas con las Comunidades autónomas, éstas tampoco lo hacen con las fuerzas políticas de su territorio; hay que exigir consenso y transparencia al Gobierno, y las Comunidades autónomas deben practicarlo en su seno, cosa que no hacen. Es la moda, exigir al otro lo que tú no piensas hacer.

La tarea de control parlamentario se celebra en el Congreso de los Diputados, pero no en muchos Parlamentos autonómicos. Hay que ser políticos y no trileros. Hay que dar alternativas puntuales a las cuestiones que el Gobierno adopte, esa es la buena oposición. Si no, los ciudadanos carecemos de elementos de juicio para elegir entre las distintas soluciones para un mismo problema. Exijamos excelencia y rigurosidad a nuestros representantes. Lo demás es política adolescente de unos y otros, como niños caprichosos que sólo contemplan su ego y viven en su bucle, rodeados de los aduladores de turno.

Los debates son retahílas de despropósitos frente al discurso romo, pesado, del Gobierno. Lo hemos visto de nuevo en la prórroga del estado de alarma. Aunque es lo que están haciendo los países más próximos al nuestro, se juega la baza del caos, de disparates como la dictadura constitucional, generando desasosiego, turbación y cansancio en los ciudadanos. Otra vez más, el eterno día de la marmota, que lo vemos en cada una de las Comunidades autónomas, repitiendo el mismo patrón.

Sinceramente, pienso que algunos presidentes o presidentas están muy por encima de su nivel de competencia (el Principio de Peter), no saben formular los objetivos que exige su puesto y no son competentes para la responsabilidad que ostentan. Pero hay pequeñas luces en el camino, confiemos en esa comisión para la reconstrucción que se ha nombrado en el Congreso de los Diputados y en quienes la lideran, Ana Pastor y Patxi López, personas solventes, políticos responsables, que saben escuchar y ceder (si es preciso) para ponerse de acuerdo en pro del interés general. Lo han demostrado muchas veces. Espero, deseo y confío que estas personas lleven adelante el sentir ciudadano, muy alejado de los cánticos patrióticos y flautistas del Hamelin de turno, para afrontar los grandes retos que tenemos como nación, españoles y europeos.