Así es, esta sociedad necesita contagiarse pero no precisamente del maldito coronavirus que tanta muerte vital y económica está trayendo.

Leía una reflexión del politólogo Bertrand Badie sobre la mundialización, la visión humanista del mercantil concepto de globalización e interpretando lo que ocurre, bien podría decirse que es tal la conexión que existe en la actualidad entre todos los que habitamos este planeta que la acción individual de una persona (la primera en contacto con un animal infectado si no nos creemos la teoría de la conspiración del laboratorio chino) ha puesto en peligro de muerte a toda una civilización de 7.000 millones de habitantes.

Para que no parezca exageración, baste decir que 4.000 millones de ciudadanos estamos confinados en nuestros hogares. Para no hablar de los millones que han padecido la enfermedad, del sufrimiento de los hospitalizados y de las muertes que cada día siguen sumándose a los cientos de miles contabilizadas.

Hablo de otro contagio que me conformo con que ocurra en España. Que nos infectemos todos con el virus de la solidaridad y del sacrificio que han demostrado los que han permanecido en sus puestos de trabajo mientras convivían con la amenaza de caer enfermos. Ellos o sus familiares.

Mucho hemos ponderado el trabajo de los profesionales de la Sanidad y lo tendremos que seguir haciendo pero sin olvidar a celadores y personal de la limpieza de los hospitales que se la han jugado igual.

A quienes han recogido nuestra basura han atendido los supermercados, han hecho llegar los paquetes encargados por Internet, han velado por la seguridad o se han echado la noche al volante para que no faltara de nada y sin un sitio decente en el que tomarse un respiro.

Y tantos otros: los que han cosido mascarillas como descosidos, los que han hecho la compra y la compañía al vecino anciano que vive en soledad, quienes se han llegado al exterior de las Urgencias para regalar aquello de lo que se carecía dentro o los que han animado la cita de las ocho de la tarde desde las ventanas.

Todos, en definitiva, que han sentido la ligazón de una colectividad que persigue un mismo objetivo y al que había que llegar unidos: arrinconar al 'bicho'.

Que no se olvide este contagio solidario cuando en el Congreso de los Diputados unos y otros amenacen con arrojar muertos a la bancada contraria. Ellos buscarán la culpa mientras el país luchará por la salida.