¿Cómo estás? me pregunta una amiga desde Colombia. En Fase Cero que no es la uno, pero sí la primera; harta de la cuarentena porque este encierro ya es carcelario, cansada de bellas metáforas de escaladas y desescaladas que no me aportan nada e indignada con lo de la 'nueva normalidad', anormalidad más bien, a ver si nos dejamos de eufemismos y empezamos a llamar a las cosas por su nombre. No soporto que me insulten porque pienso diferente y que me estén dando todo el día lecciones; tampoco la manipulación política ni la de las televisiones. Ni que el Gobierno decida todo en solitario sin consultar a nadie y que esto parezca una dictadura en vez de una democracia. Me duele terriblemente mi país, los dos bandos irreconciliables, el odio, el rencor, los la prepotencia, la superioridad moral de muchos, los chantajes, las acusaciones, las arengas. Las amenazas. Sí, hoy voy a desahogarme.

Esta mañana en la puerta del supermercado se me ha roto una de las gomas de mi mascarilla; me ha tocado hacer la compra sin ella porque estaba lejos de casa y, aunque nadie me ha dicho nada ni me ha mirado mal, me he sentido culpable porque todos dentro la llevaban. También los guantes y guardaban las distancias. Ya está bien de tratarnos como niños y de tenernos acojonados, de acusarnos unos a los otros de irresponsables, de creer que no somos capaces. Y ojo con algunas de las fotos de las primeras salidas del sábado pasado en los que muchos creímos ver gente aglomerada: se hicieron con teleobjetivos y los expertos han aclarado que cuanto mayor es la distancia focal, aumenta el factor de compresión y más se confunden las distancias. Llevamos casi dos meses confinados y privados de algunas de nuestras libertades fundamentales y ni hemos rechistado; hasta el ministro de Sanidad nos ha felicitado. No podemos vivir confinados de por vida. Toca salir ya y cambiar desde la responsabilidad individual hábitos y disciplinas. Ya está bien de tantos decretos y órdenes. Si el Gobierno quiere cuidarnos que nos haga el test a todos, rastree los posibles positivos y se gaste el dinero en aislarlos y tratarlos. Y claro que habrá gente que se salte las normas, pero seremos muchos más millones los que las cumplamos.

Según un estudio de la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur realizado en una veintena de países de todo el mundo, el coronavirus estará en España hasta septiembre aunque no haya rebrotes. ¿Hasta entonces vamos a estar encerrados? Hoy leía en un periódico que la crisis del coronavirus nos dejará una huella física y mental muy complicada. Saldremos de casa con más kilos, más nerviosos y con menos pelo, pero lo de verdad preocupante es que habrá más miedo, problemas de sueño, cuadros de ansiedad, bajo estado de ánimo, además de graves trastornos de estrés postraumático sobre todo en aquellas personas que hayan vivido momentos especialmente angustiantes con familiares, en urgencias e ingresos traumáticos.

Parece broma, pero hoy 5 de mayo, y desde hace muchos años, la OMS celebra el Día Mundial de la Higiene de Manos de la que nosotros, a estas alturas, sabemos un rato: agua, un poco de jabón, se frota la palma de la mano derecha contra el dorso de la mano izquierda, entrelazando los dedos y viceversa. Las dos entre sí y el dorso de los dedos. Pulgar izquierdo, pulgar derecho, resto de dedos. Y listo. La OMS dice que el proceso debe durar entre 40 y 60 segundos; Boris Johnson nos aconseja que lo hagamos «durante el tiempo en que uno tarda en cantar dos veces el cumpleaños feliz». A este loco que se atrevió a decir que la gran mayoría de las personas que contrajeran este virus tendrían síntomas leves y se recuperarían rápidamente, mejor ni caso. Él casi la palma.

Os quiero. Cuidaos.