Se abre el telón. «Descubrimos un nuevo virus», dice el guerrero de Xian, espada en mano y protegido con una mascarilla quirúrgica azulada. «¿Y qué? Es solo una gripe», responde altiva la Estatua de la Libertad. El guerrero trata de advertirle de los peligros del coronavirus; ella le responde con desprecio y minimiza la gravedad de la enfermedad. Pasan los meses, la estatua se contagia y, enganchada al goteo intravenoso, acusa a China de mentir para sentenciar: «Siempre tenemos razón, incluso cuando nos contradecimos». «Eso es lo que amo de ustedes los estadounidenses, su consistencia», le replica burlón el guerrero. Vaya cabreo tiene que tener Trump con el vídeo que ha puesto en circulación la agencia estatal china Xinhua y que ya acumula en Youtube más de un millón de visitas. Once upon a time se mofa de la respuesta estadounidense a la pandemia con unos muñecos que parecen de Lego pero que no lo son o eso ha asegurado la empresa danesa que los hace.

Estados Unidos sigue siendo el epicentro mundial de la pandemia con más de 67.000 muertos y un millón de contagios. La gente, muerta de miedo, y las ventas de refugios para los que pueden permitirse escapar del apocalipsis, disparadas. ¿El precio? Uno tipo iglú con puerta blindada y generador eléctrico, unos 32.000 euros. Para los mejores clientes, el versión crucero de lujo con teatro, piscina, un invernadero para comer cada día verduras frescas y bidé para ahorrar en papel higiénico. Yo si viviera en Gringolandia me metería bajo tierra ya y no solo para protegerme del coronavirus sino también de esos descomunales avispones que han aparecido en el estado de Washington procedentes de Asia y que con unas pocas picaduras pueden cargarse a un humano. También de Trump, claro.

Mientras, en España seguimos sin tener noticias de los rastreadores que necesitamos para la tan cacareada y poco comprendida desescalada. Estos 'detectives', que ya trabajan en otros países y que podrían ser sanitarios, se encargarían de reconstruir los pasos de los positivos por Covid-19 para prevenir y cortar nuevas cadenas de contagio. Este proceso podría automatizarse con la ayuda de una app de trazado de contactos, pero de esto tampoco sabemos nada. Ni de los test masivos que llevamos semanas esperando.

Menos mal que desde hoy la mascarilla es obligatoria en el transporte público y para eso se espera que el Gobierno reparta gratuitamente no sé cuántos millones de unidades. Yo sigo sin entender por qué no es obligatorio su uso en espacios concurridos y cerrados como los supermercados. ¿Es que no hemos entendido todavía que el virus se transmite por gotas y contacto cercano y que una mascarilla puede evitar el contagio? El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades ha reconocido que no las aconsejan porque no hay bastantes. Más claro, agua. Yo me la pongo cada vez que salgo a la calle, no por mí, porque la que tengo no me protege, sino por el que pasa a mi lado.

Hoy ya abrieron las librerías con cita previa y sin un claro protocolo higiénico-sanitario que los propietarios reclaman. Pero bueno, algo es algo.

Os quiero. Cuidaos.