Poca sensibilidad con los que más necesitan. Eso es lo que ha demostrado el gobierno local y el ayuntamiento de Murcia a la hora de colaborar en la puesta en marcha de un economato con Cáritas para las familias más vulnerables del municipio, que se cuentan por miles en la capital de la Región y séptimo municipio de España, como le gusta recordar al alcalde, José Ballesta.

Es loable la intención de la Administración municipal de proporcionar un local a la institución que está cubriendo con sobresaliente la atención a personas con pocos recursos y que está llegando a rincones a los que debería llegar el Estado del Bienestar, que es la medida fundamental de cara a establecer si las sociedades son más o menos avanzadas.

Sin embargo, no ha estado muy fino a la hora de proponer el lugar. El economato Galileo, ubicado en la Fica, está enclavado en unas antiguas naves municipales que cuentan con amianto, un material tóxico que debe desaparecer cuanto antes del paisaje urbano. Hace unos meses, sus moradores, los empleados de Servicios Sociales del ayuntamiento de Murcia, se manifestaron en la puerta de la instalación para denunciar que ésta no reunía condiciones. Fueron trasladados a estos lares de manera provisional hace casi una década y se convirtió en su lugar de trabajo permanente. Un vicio muy arraigado en lo público, que no entiende el concepto de provisionalidad, sobre todo cuando está en juego la salud ciudadana.

El personal del departamento municipal que atiende a los vulnerables fue trasladado a la plaza de Europa, el lugar al que le prometieron ir antes de pasar por las naves de la Fica, que ahora acogen el mercado Galileo para hacer frente a situaciones de emergencia. Está claro que lo que no es correcto para unos vale para otros. En este caso, para los pobres.

Nada importa la situación del continente (el local) si es para atender a unas gentes que poco tienen. La idea que del Estado de Bienestar tiene el gobierno local deja mucho que desear y no solo lo demuestra al ubicar el economato Galileo en unas naves con amianto (podían haber llevado ese mercado a otras dependencias públicas, que las hay cerca de ese emplazamiento). Hay hechos graves que se llevaban produciendo meses, pero que en esta pandemia se elevan casi a la categoría de drama por la precariedad en la que se han sumido cientos de familias.

El Ayuntamiento ha tenido bloqueadas las ayudas de emergencia social que sirven a los beneficiarios para hacer frente a distintos pagos que pueden ir desde el alquiler hasta el comedor escolar y ha comenzado ahora a pagarlos cuando ya era un clamor las quejas provenientes de Ciudadanos, muleta de los populares y de la oposición, que no daba crédito y que nunca creyó las infantiles explicaciones del gobierno local.

Una de las justificaciones esgrimidas era que se había cambiado el programa informático el verano pasado y que en octubre del 2019, fecha en la que se deberían haber abonado esos dineros, aún había problemas con el nuevo sistema. Una excusa peregrina rechazada por una parte de los concejales que sospechaban que lo que hay detrás es una mala gestión por parte del Ayuntamiento. Sea como fuere, los pobres no parecen tener suerte en el municipio de Murcia. Por nadie pase.

La ‘bronca’ de Ballesta. El primer pleno telemático en la historia del municipio de Murcia no ha dejado indiferente a nadie. Se aprobaron medidas para contener la situación que se viene encima y tuvo un final inesperado. Cuando estaba a punto de despedirse la sesión, el alcalde Ballesta tomó la palabra, y en plan bronquita, le dijo a los concejales que «el bien común es cosa de todos y el interés general de los murcianos no admite ni colores ni intereses personales o partidistas». Hubo gente que pensó que se lo decía a Mario Gómez, primer teniente de alcalde y concejal de Fomento, que no ha dejado de criticar al PP desde que tomó posesión del cargo.

E, incluso, que el mandatario municipal estaba dispuesto a romper el pacto de gobierno con Cs, ya que habló del ego y afán de protagonismo de algunos. Sin embargo, otra parte de la Corporación atribuyó su ‘speech’ a la negativa de los grupos de oposición de apoyar una moción que el PP quería llevar a pleno (finalmente no la presentó) para rebajar tributos, propuesta que no había sido discutida con sus socios de gobierno.