Me pregunto si el Pentágono no tenía otro momento mejor para hacer públicos los vídeos de fenómenos no identificados guardados bajo llave durante años y, con la que está cayendo, acojonarnos un poco más. «¡Mira esa cosa!», se oye decir a un piloto en una de las grabaciones compartidas en Youtube. «Es un jodido drone», le contesta su compañero. «¡Hay una flota entera!». «¡Dios Santo, van todos en contra de la dirección del viento, tío, el viento es de 120 nudos!», añade sorprendido por la precisión de rotación del artefacto. Los gringos nunca se han atrevido a llamar naves extraterrestres a estos objetos avistados, pero «esas aeronaves tienen características que no aparecen en el inventario de Estados Unidos ni de ningún país extranjero del que tengamos constancia. Hay pruebas muy persuasivas de que podemos no estar solos», reconoció en su día Luis Elizondo, responsable del programa militar. Los americanos no dan puntada sin hilo, así que lo de ponernos ahora sobre la pista de E.T. y su combo seguro que busca hacernos olvidar por un rato las fantochadas del iluminado Trump. Aunque con lo loco que está no me extrañaría que mañana mismo Mr. President salga diciendo que el coronavirus se transmite por wifi o bluetooth y que puede sobrevivir hasta dos días en un grupo de whatsapp.

Las he leído por activa y por pasiva y reconozco que sigo sin entender las fases de la desescalada anunciadas por Pedro Sánchez; supongo que tantos días encerrada me tienen más tonta de lo normal. No sé si en la fase tres puedo quedar a tomar cañas pero con mascarilla, si en la cuatro hay barbacoa sin los abuelos y en la cinco nos vamos de festival. Mejor espero al BOE para aclararme y por ahora me voy olvidando de ver el mar. Eso sí, mi paseo por la montaña del sábado 2 de mayo no me lo quita nadie, aunque dudo mucho que en la hora permitida me dé tiempo a subir y bajar a donde quiero llegar.

Marc Trepat es un arquitecto catalán que seguro que después de su entrevista en La Vanguardia ha puesto a pensar a más de uno sobre cómo y dónde viven nuestros mayores, los más afectados por esta espantosa pandemia que tiene el mundo al revés. Coincidió con él en que las residencias actuales son unos espacios terriblemente institucionales y muy alejados de lo que todos entendemos como un hogar. Debemos pensar en crear entornos más domésticos que poco tengan que ver con los hospitales y que garanticen el sentido de pertenencia, el empoderamiento de las personas. Nuestros ancianos no son trastos viejos, ni envejecer tiene que ser algo aterrador. Aplaudo también la idea que propone Trepat de encontrar la manera de abrir las residencias a los barrios para que diferentes generaciones de personas puedan socializar con los ancianos y ellos no sentir tanta soledad. En Holanda ya hay una donde los estudiantes viven gratuitamente a cambio de pasar un tiempo todos juntos, y en Santander, otra con guardería.

He leído que muchas familias con hijos se están planteando no volver a París; han descubierto que el teletrabajo es una alternativa y buscan ya otro lugar. Yo tampoco quiero saber nada de la gran ciudad; cuando salgamos de esta mejor me buscáis en una casa en el Valle de Ricote. Ojalá que con una amplia y soleada mesa en la que escribir escribir y un huerto en el que plantar tomates.

Os quiero. Cuidaos.