Literalmente, a ciegas pretenden las autoridades de nuestro país que salgamos a la calle después de tenernos confinados semanas en nuestras casas. Imagínense que las medidas de seguridad de los edificios públicos fueran darnos chalecos antibalas en vez de identificar y detener al pistolero en la puerta. Pues algo parecido es lo que está ocurriendo: nos quieren soltar con mascarillas, distancia de metro y medio, mamparas en los lugares más inverosímiles y botellitas de hidroalcohol por doquier, que no digo que esté mal, pero sinceramente? ¿alguien cree que así vamos a parar al pistolero una vez que esté entre nosotros?

Por desgracia no tenemos ni una cura segura (se está probando de todo con más o menos acierto) ni, de momento, una vacuna. Quedarnos en casa, con el virus dentro o no, es indudablemente una forma de contención, pero al final tendremos que salir y lo haremos sin saber la inmensa mayoría de ciudadanos si estamos limpios, si lo tenemos o si lo hemos pasado. Y esa incertidumbre se traduce en miedo, miedo que atenaza nuestras relaciones personales, que paraliza la economía y que nos hace caminar al borde de un precipicio durante todo el tiempo.

No se entiende con estos antecedentes que la única herramienta de la que disponemos para combatir la pandemia, los test que nos permitirían tener la información necesaria para saber dónde está nuestro enemigo, no se usen de firma masiva y estratégica. He oído todo tipo de excusas, algunas preocupantes y destaco dos: una, que no tenemos suficientes, lo que deja claro una falta de previsión absoluta. La otra, que los test no paran la pandemia, lo que denota un desconocimiento absoluto del uso que hay que dar a esas pruebas.

Es cierto que los test tienen unos índices de fiabilidad discutibles en algunos casos y que su uso de manera esporádica y por separado no vale para controlar de manera eficaz el estado de la pandemia. Pero su uso combinado y con un protocolo científico de repeticiones programadas, junto con otras medidas profiláxicas, nos darían un índice elevadísimo de seguridad a la hora de hacer la desescalada, de salir a la calle con seguridad, de ir a un supermercado, a un bar, a la playa o de vacaciones, de abrir los colegios sin miedo a que tengamos que cerrarlos en cualquier momento. En definitiva, de volver no a una 'nueva normalidad' como pretende el Gobierno central, sino a una normalidad segura que nos permita vivir sin esta sensación de miedo e inseguridad.

A la hora de escribir estas líneas, los grupos parlamentarios de PP, PSRM-PSOE y Vox, en un alarde de esa dignidad que se suele poner en Despeñaperros, se han negado a hacerse los test que la Asamblea Regional ha puesto a nuestra disposición. Aseguran que antes van el resto de murcianos, pero? ¿cuándo se han preocupado ellos de pedir test masivos para los murcianos? Ya les respondo yo: nunca. Si de verdad les preocuparan los murcianos, los hubieran pedido como sí venimos haciendo desde Ciudadanos hace semanas. Lo suyo, en este caso, es puro postureo e irresponsabilidad a partes iguales. Parafraseando a alguien: Son nuestras vidas, idiotas.

¿Es posible ese protocolo científico de repeticiones controladas de test cada vez que sea necesario? Yo creo sinceramente que sí, y que el coste económico es más que asumible teniendo en cuenta los beneficios sociales y económicos que va a suponer una economía en marcha a unos niveles parecidos a los de antes de la pandemia ¿Estamos dispuestos a diseñar esa estrategia y a asumir su coste? De lo contrario, saldremos a ciegas y caminando al borde de un precipicio hasta que encontremos una cura o una vacuna.