¡Maldita sea! Se piensan que nos pueden engañar con esos cuentos chinos y nunca mejor dicho. Yo ya ni leo los periódicos ni escucho la radio. Por no hablar de la televisión. La verdadera información hoy en día está en un par de canales de Youtube, uno mexicano y otro de Albacete. Todo este lío estaba orquestado desde hacía años. Hay conferencias de gente poderosa que lo advertía en 2006. Incluso se han hecho series de televisión sobre el caso. Ahora nos quieren hacer creer que la Humanidad no estaba preparada. Que se vayan al carajo. Que no nos cuenten más milongas sobre sopas de murciélago o de pagolín, la rata esa de donde dicen que viene el virus. ¿Acaso nunca han escuchado hablar del médico chino muerto? Lo han matado en el laboratorio. Él fue quien descubrió que el virus en realidad es un arma. Esta pandemia ha sido creada en una probeta y forma parte de una guerra donde nosotros estamos en medio. Ustedes, mientras, sigan comprando el periódico que no se enteran de nada. No dirán que no les advertí.

Imagino que este será el último artículo que escriba para LA OPINIÓN de Murcia. Pronto me silenciarán como a tantos otros. Han cerrado en las últimas semanas varias páginas web. Incluso se rumorea sobre el secuestro de un youtuber que venía informando desde noviembre de la creación del virus y sus funestas consecuencias. Cuando todo esto pase, si es que Estados Unidos no contraataca con otro virus (ya saben, la guerra bacteriológica, como en los tiempos de Iraq) difundiremos la verdad. La gente tiene derecho a saberlo.

Entiendo que sea usted escéptico, si es que aún no ha cerrado el periódico. Debe entender que llevo media vida queriendo vivir en una novela de Umberto Eco y que la ocasión nunca ha sido tan manifiesta. Leí hace años El péndulo de Foucault y el argumento es la madre de todas las teorías conspiranoicas: tres amigos deciden montar una editorial, Garamond, para publicar libros sobre templarios, masones y dominación mundial. Saben que todos esos libros son basura, locos que miden el diámetro de la pirámide de Gizeh y que relacionan el resultado con la Guardia Suiza Vaticana y los artículos de la Constitución Francesa. La broma se cuenta sola. Los protagonistas de la novela pierden el control y la farsa creada por ellos mismos se vuelve en su contra.

Pero de la pirámide de Gizeh al laboratorio chino hay un paso, sin necesidad de haber leído a Eco. Los amantes de lo conspiranoico viven confinados y necesitan este tipo de teorías para justificar su malestar. Muchas veces se trata de ignorancia adolescente. Otras veces, del miedo a aceptar la realidad. Que estamos de paso. Que no somos invencibles. Que un bicho minúsculo en una sopa de murciélago es más fuerte que un hombre con su biblioteca a cuestas. Que Eco, ¡maldita sea otra vez! volvió a retratarnos con cuarenta años de antelación.