Dice el dicho popular que ‘No hay mal que por bien no venga’, y de las pocas cosas positivas que la mayor crisis sanitaria, económica, social y laboral de los últimos cien años en España y una parte importante del llamado primer mundo (el tercer mundo lleva en crisis permanente toda su vida), es que un enemigo invisible al ojo humano, nos ha desnudado como administración.

De pronto nos hemos percatado que la burocracia que reside en muchos Centros de Salud es manifiestamente mejorable, y que el teletrabajo en una parte importante de muchos servicios públicos, es algo más que una moda o una aventura laboral.

Desde hace mucho tiempo, algunos venimos demandando la imperiosa necesidad de acometer un cambio radical en el concepto de administración pública, desde procedimientos de ingreso, formación, carrera profesional, movilidad geográfica, hasta sobre todo, la movilidad funcional. Seguir utilizando herramientas de hace cuarenta años, nos hace cada día más ineficaces e ineficientes.

Ojalá que esta gran crisis sirva para algo más que llevarnos un gran susto. Sirva para mejorar nuestro sistema productivo, nuestra sanidad, pero sobre todo, una administración pública llena de grasa, aristas, atajos, cuevas y demasiados aficionados dirigiendo servicios públicos de especial trascendencia.

Pero antes de que otros hagan el trabajo que nos corresponde, sería bueno que cogiéramos, a través de nuestros representantes legales, no hay otra, la sartén por el mango, y que exigiéramos en todas y cada una de las mesas de negociación, sectoriales, territoriales o generales, del sector público, abrir el obligado debate: ¿La Función Pública del siglo XXI?

Seguir utilizando a cientos de miles de interinos como simples pañuelos de usar o tirar, o como escudos humanos para echar al fuego del capital, como sacrificio cada vez que hay una crisis, no nos hace más flexibles, sino mucho más débiles.

Hay mucho trabajo por desarrollar, y lo peor que podríamos hacer, es cuando todo esto pase, seguir nuestra dinámica anterior, si volvemos a cometer los graves errores que nos han llevado hasta aquí, de nada habrá servido todo el sacrificio que cientos de miles de empleados públicos han realizado en estas semanas de llantos y muertes, de enfermedades y miedos, de tropiezos y aciertos, de confinamiento y desescalada.

Como servicio público, como empleados públicos, el mejor tributo que podemos rendir a los más de veinte mil muertos con los que Covid-19 ha regado nuestras conciencias, es preparar el servicio público para que esto no vuelva a pasar.

Si no cambiamos el rumbo, si nos empeñamos en volver a tropezar por enésima vez en la misma piedra, muchas de las muertes que se han producido, principalmente en residencias, habrán sido en vano.

Muchos compañeros y compañeras, todos trabajadores del sistema nacional de salud, y de los servicios sociales, se merecen que ahora el resto estemos a la altura de las circunstancias.

Ahora o nunca: Cambiemos