Hay una frase mítica del líder americano Martin Luther King que a los ecologistas les gusta mucho. «Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol», dijo este gran hombre resumiendo, con un pensamiento tan simple, la utopía de lograr un medio ambiente menos contaminado y un planeta Tierra con más salud. Si sustituimos la última frase por «cogería la bici para no contaminar» conectaremos con otra idea utópica que se ha puesto encima de la mesa en estos tiempos de pandemia y que en España, y más concretamente en el municipio de Murcia, parece una irrealidad su materialización.

Los expertos aconsejan más que nunca utilizar las dos ruedas para nuestros desplazamientos diarios, tanto para ir a trabajar como para hacer gestiones, y evitar así el transporte público, que puede ser un foco de contagio de la Covid-19. Nada que objetar a esta idea. Todo lo contrario. Un espaldarazo para el uso de la bicicleta en aquellas ciudades, como Murcia, donde se lleva lustros intentando que cale en la población la movilidad sostenible y donde se lleva también lustros planificando una red de carriles-bici que han asomado tímidamente, pero aún quedan muchos espacios por señalizar.

En nada nos parecemos a Berlín, por poner un ejemplo, la ciudad alemana que tiene ya una buena red de carriles-bici, e incluso de patinetes (que se pueden alquilar en bancadas públicas al igual que las bicis), y que en estos días de pandemia ha anunciado el establecimiento de rutas provisionales, en otras zonas en las que no existen estos carriles, para que las personas puedan desplazarse a sus trabajos y se abstengan de coger el transporte público. Milán, París o Nueva York también están ensayando medidas que abran paso con más facilidad a las dos ruedas.

No hay que irse tan lejos para conocer ciudades, aquí, en España, que han tomado la bici o el patinete como alternativa a la automoción. Barcelona ha anunciado hace unos días que repensará la ciudad y diseñará alternativas al transporte público y al coche privado cerrando calles al tráfico y marcando zonas específicas (sin necesidad de obras, solo con pintura y otros elementos) para la movilidad sostenible que permita el escaso contacto entre humanos y el cumplimiento de las distancias de seguridad una vez que comience el desconfinamiento.

No basta, como ha hecho Murcia, con lanzar un mensaje de que es bueno utilizar las bicis o poner de nuevo, el próximo miércoles, en órbita las bancadas públicas de bicis, cerradas hasta ahora por el coronavirus. Hace falta más decisión y más acciones basadas en la pedagogía ciudadana y en la construcción de infraestructuras. Hace más de diez años que el Ayuntamiento de la capital planificara rutas urbanas para las bicis que ahora se han comenzado a materializar, aunque en su fase más inicial. Aún queda mucho callejero por pintar en la realidad, desde la zona oeste de la ciudad hasta las pedanías limítrofes al casco urbano, que deberán ser conectadas con el centro, según consta en los proyectos no ejecutados. Está claro que el municipio tiene que ponerse las pilas para que las bicis se conviertan en vacuna contra el coronavirus. Por nadie pase.

Pedanías. El alcalde de Murcia, José Ballesta, mantuvo esta pasada semana la primera reunión con los alcaldes pedáneos desde que se decretó el estado de alarma. Por videoconferencia, claro. Las juntas vecinales no han recibido apenas indicaciones de lo que hacer ante esta situación excepcional y están trabajando a salto de mata gracias a la voluntad de los presidentes de las juntas, que nunca abandonan a sus vecinos, y al trabajo de ciudadanos que de manera altruista colaboran con ellos. Decepcionante es la palabra con la que se podría definir el encuentro, en el que el mandatario municipal volvió a recordar a los pedáneos que Murcia es el séptimo municipio de España.

Personas sin hogar. Las ONG, como Cáritas y el Banco de Alimentos, están desbordadas con la situación actual y parece que el Ayuntamiento, con más de 2.000 empleados públicos, también padece el mismo mal. Al menos, así lo demuestra cuando aún no ha dado una solución a las más de cien personas sin hogar que deambulan todavía por el municipio y que no tienen más casa que la calle.