Algunos nos quejábamos del abuso de la política declarativa dominante, cuyos dichos tienen más valor que lo que nunca se hace. Continuas declaraciones cuyo único fin es entusiasmar a sus adeptos con dimes y diretes, digos y diegos que, como carnaza arrojada a las alimañas, exaltan las emociones primarias y deseos de los suyos y exacerban la crispación y la grita de los otros, manteniendo así encelados a tirios y troyanos ante promesas electorales dichas para no ser cumplidas y simplezas condensadas en tuits o en flashes televisivos para excitar la controversia sobre una propuesta mil veces manoseada: recortes, pensiones, memoria histórica, franquismo, nacionalismo, feminismo?

Pero la simpleza de estos decires ocurrentes va dejando paso a una estrategia compleja que inserta las inquietudes emocionales y los deseos insatisfechos en un relato muy bien tramado, para envidia de Homero y otros inventores de fábulas. Los cerebros guionistas de la clase política que 'hacen' estos relatos manipulan la historia verdadera, identifican el presente como el colmo de los males producidos por otros y encaminan a los destinatarios hacia un futuro feliz.

Pasen y oigan. Según los mafiosos 'genoveses', solo alcanzaremos la limpieza democrática desenmascarando a los salteadores de la 'cosa nostra' andaluza; y viceversa, naturalmente; la reescritura de la historia llevará al pueblo catalán a un futuro paradisiaco liberado de la opresión española; pero la victoria electoral de Pedro Sánchez acabará con los referendos y proclamas independentistas y vetará toda alianza con los políticos que hoy no le dejan dormir; una historia recurrente sobre la exhumación de Franco nos liberará de las asechanzas del fascismo y nos llevará a la reencarnación de la Segunda República; exaltando el feminismo a todas horas y cambiando el género de Gobiernos y partidos políticos superaremos estos tiempos odiosos en que el machismo mata más que el coronavirus (sic); los redentores del pueblo, arremangado el brazo, guían con sus tuits a los parias de la tierra a la conquista del cielo desde sus ajardinadas mansiones; la subida de sueldo del presidente López nos hará ascender en el ranquin de las autonomías?

Pero para algunos ciudadanos silvestres estas historias tan burdas no cumplen siquiera con la exigencia del humanista Juan de Valdés de que los que inventan mentiras procuren acercarlas en lo posible a la verdad para que puedan venderlas como verdades. Por eso preferiríamos llamar repalandorias, retólicas o sermonatas a estos cuentos que atosigan con sus vanidades enherboladas los oídos y las mentes de aquellos a quienes quieren embaucar.