Cuarenta días, con sus cuarenta noches. Cumplimos esta cifra que completa una cuarentena en la que hemos tenido de todo. En la que hemos pasado por diferentes etapas, como las que solemos vivir con el duelo a causa de una muerte o de una ruptura. De la sorpresa inicial a la incredulidad, de la rebelión del comienzo a la aceptación consciente, del cansancio a la saturación, y de la búsqueda de una pequeña luz que anuncie el final del túnel a la resignación esperanzada. Podemos escoger en qué fase estamos cada uno de nosotros y, sobre todo, hacia dónde queremos vivir el presente. Ese que tiene que ver con la esencia más íntima de nuestro ser. Esto es, de cómo somos capaces de interiorizar la realidad y aportar ese plus de intimidad con lo más profundo de nuestra existencia.

Al alcanzar estos cuarenta días y cuarenta noches me viene a la mente que el número 40 es uno muy propio en la Biblia, un texto repleto de significativas cifras que tratan de encontrar su sentido a la hora de explicar la experiencia de fe de esos pueblos de los que surge gran parte de nuestra cultura. De esos modos y maneras de interpretar la vida. Resulta que muchos teólogos concuerdan en que este número representa 'cambio'. Es el tiempo de preparación de una persona o de un pueblo para dar un cambio fundamental. Fíjate tú que llegamos al punto de lo que venimos hablando todas estas semanas. De que nada será como antes€ o sí. Que habrá que adaptarse a nuevas situaciones€ o no. Vete tú a saber.

También el número 40 aparece con frecuencia en contextos relacionados con el juicio o con pruebas, tanto así que muchos eruditos lo conocen como el número de la 'prueba' o el de los 'juicios'. No obstante, los estudiosos de la Biblia nos recuerdan que el número 40 asoma en más de un centenar de ocasiones y, sobre todo, en momentos claves: 40 días y 40 noches duró el diluvio, 40 años tenían Isaac y Esaú cuando se casaron, 40 años duró el Éxodo. O que Moisés vivió 120 años, dividido en tres etapas: 40 años en Egipto, otros 40 como pastor en la tierra de Madián y 40 años de travesía por el desierto.

Pero hablar de la cuarentena sobrepasa el espacio temporal de estos cuarenta días que llevamos de confinamiento, de recogimiento, de mantener esa distancia social que parece clave a la hora de controlar la pandemia y, sobre todo, para no saturar los recursos hospitalarios como, al parecer, hemos conseguido. Cuarentena no es aislamiento, porque éste afecta directamente al enfermo, al afectado por la infección. Cuarentena es prudencia, es observancia, es respeto.

Y en todo este proceso, que sobrepasa los cuarenta días y cuarenta noches, hemos tenido la oportunidad de alcanzar instantes para captar la esencia de las cosas. Eso que llamamos espiritualidad, Que lo hayamos hecho o no es otra cuestión, pero de lo que estoy seguro es de que en algún momento de este tiempo la oportunidad se ha presentado. La espir itualidad, como afirma José Esquinas, es el elemento principal de algo, y cuando se aplica a una persona se trata de mirar hacia adentro y está ligado al concepto de vida interior, el buscar el verdadero yo mirando el interior. Porque la única manera de saber qué puedes hacer hacia afuera es ver hacia adentro.