Un detalle importante: aunque este virus resulta mil veces más contagioso, en potencia y rapidez, que sus colegas gripales, también es cierto que solo se transmite por contacto. Vamos, que no es como aquellas pestes bubónicas del medievo, que se transmitían por el aire, tan solo que respirándolo en las calles de los burgos.

Aquí, no. En este caso tiene que haber contacto, proximidad, extrema cercanía, algo así como algo menos de un par de metros. No existe contaminación en el aire. Por lo tanto, no lo ha expandido ninguna corriente de aire desde ningún sitio, porque no está en el ambiente, flotando, si no en las superficies de los cuerpos, sean de objetos o sean de humanos. ¿Es correcto? Pues entonces, la pandemia no se hubiera extendido si, declarada en China, se la hubiera aislado (a China) del resto del mundo, exactamente igual que ésta hizo con Wuhan, el foco de infección. Pero no se hizo. Las fronteras siguieron abiertas, los contactos multiplicándose progresiva y exponencialmente, y el contaminante extendiéndose.

Recuérdese que el primer infectado en España fue un turista de La Gomera que había tenido contacto con un ciudadano chino. Por eso, contra este Covid-19 solo funciona la ausencia de contacto, el aislamiento del mismo. Pero en Europa, sobre todo en Italia y España, se siguieron celebrando actos multitudinarios, partidos internacionales (por aquí entró a España: Valencia-Barajas) y hacinamientos masivos irresponsablemente. Y ahora vemos el resultado en lo que tenemos: puro contagio por contacto.

Existen pruebas que avalan esta teoría. Hay un pueblo de veraneo en España, Cádiz, Zahara de la Sierra, de 1.200 habitantes, que lo demuestra. Su Ayuntamiento, viéndose venir la jugada, antes que empezaran a descolgarse veraneantes adelantados, cerró el pueblo a cal y canto. De las cinco carreteras de acceso selló cuatro, y solo dejó una abierta para la entrada de suministros, vigilada y con la orden de rociar cada vehículo que entrara con una solución de agua y lejía, haciendo lavar las manos a sus ocupantes y dotándolos de mascarilla y guantes. Igual dotó a toda la población y los puso en cuarentena con un servicio municipal que les llevaba comida, medicinas y cualquier otra necesidad a domicilio, permitiendo solo la salida para alguna justificada urgencia. Evitado el contacto, evitado el contagio, pues en el aire no está el bicho. Precisamente ahora es más puro que hace décadas. Hoy es un pueblo limpio de coronavirus, cuando el resto del país estamos en la segunda prórroga de la cuarentena y vamos a por la tercera.

Otro ejemplo: esta vez una residencia de ancianos, en Estella, Navarra, y ni un solo caso de infección. ¿Que cómo? Por lo mismo, porque la dirección se adelantó, habló con su personal (no podían estar entrando y saliendo del local) o se enclaustraban con los residentes o se marchaban a casa. Dicho y hecho. Sin más contactos con el exterior que los suministradores y bien controlados, nada, ni uno con virus. No contacto, no contagio. Así de simple.

Por eso, esto no es una peste, es una estupidez. El poner los intereses y la desidia por encima de la salud. El no reaccionar a tiempo, cuando se estaba avisado y se tenía todo el tiempo del mundo, por cuestiones meramente económicas, ha desatado una crisis y una recesión mucho peor que la que, tan imprudentemente, se quiso evitar. El descalabro económico, al final, va a ser mayor que el puntual que hubiera procurado una reacción más ágil y lógica en su preciso momento. Intereses económico y políticos (aquí entran también los mal llamados deportivos) que miraron para otro lado cuando tenían que haber actuado. Lo importante ahora es que esa desgraciada forma de actuar, las consecuencias que nos ha traído esa inversión de la escala de valores, es que nos enseñe, al menos, una de las lecciones que hemos de aprender. Si así fuera, bien estará si bien acaba. Y mejor será que aprendamos, porque pandemias, y ya lo están diciendo los epidemiólogos, habrá más, y no todas serán benignas. Así que€ nosotros mismos. Más nos vale empezar a elegir políticos sensibilizados y que no se dejen comprar ni manipular por intereses estrictamente bursátiles. Al final, como se está viendo, todos salen perdiendo: la salud y la economía.

Éstas son las consecuencias. En cuanto a las causas, yo estoy convencido que es un efecto nocivo más del cambio climático que nadie quería ver. Al menos, sí que está relacionado, y muy directamente, por cierto. Desde el medio ambiente que respiramos hasta la artificialidad con que nos alimentamos, no nos trae ninguna consecuencia saludable. Tanto la climatología adversa como los virus y pandemias (ambos participan de la misma reacción) no son otra cosa que factores correctores de la propia naturaleza ante la agresión humana. Nuestra forma de vida, hedonista, consumista y mercantilista, la ataca, y ella se defiende. Desde la quema brutal de fluorurocarburos en los transportes al sistema de turismo invasivo, pasando por la acumulación de residuos y basuras, es todo un ciego suicidio. Y solo tenemos dos únicos caminos: o lo paramos en seco, o seguimos con lo nuestro. Exactamente igual que hicimos al comienzo de este Cóvid-19, que seguimos con lo nuestro, y lo dejamos pasar€