Serán ellos, los hosteleros, los que más tarde se incorporarán a esa realidad que en la fábrica de ocurrencias de Moncloa se llama 'nueva normalidad'. Tampoco olvido a los artistas y los espectáculos de masas.

Curiosa es la constelación de palabras que deja la plaga universal. Hemos incorporado a nuestro lenguaje de encierro términos y conceptos como pandemia, coronavirus, hidrogel, confinamiento, desescalada, test serológico, anticuerpo, pico y meseta, curva, distancia social, controles de movilidad? Permanecerán cuando franqueemos la salida de casa que supondrá para muchos partir de cero y para otros tantos de menos uno.

En la puerta de acceso a esa nueva normalidad aguardan un millón de autónomos colgando de subsidios de supervivencia, otros tantos que ni siquiera tienen claro si disponen de derecho a algo y cientos de miles de pequeños empresarios ávidos de liquidez y condonaciones impositivas. Sumado a ellos, cuatro millones de trabajadores que caminan por el filo de la navaja de un ERTE que amenaza con perder su caducidad si no somos capaces de bajar la escalinata del ostracismo económico saltando peldaños en vez de tantear con la punta del pie si el siguiente tramo es seguro.

Este maldito bicho quiere morir matando como sea. Si no lo hace por la vía de la enfermedad llevándose a los más vulnerables lo hace por la vía de empobrecerlos hasta la desesperación. A mejores cifras sanitarias peores augurios económicos.

Los pronósticos suenan a profecías desoladoras. Da la sensación de que organismos internacionales, entidades de riesgo inversor y estudios financieros del propio país han entrado en una competición por ver quién lo pinta peor. Si el Fondo Monetario Internacional adelanta que la economía española caerá un 9%, Goldman Sachs lo coloca en 10% y el Banco de España lo sube al 13%.

El pelotón de los últimos en reincorporarse a la actividad será enorme. Uno de los cuatro pilares de la renta española amenaza colapso. El año pasado 83 millones de extranjeros visitaron España y el sector empleó a 2,8 millones de trabajadores aportando casi el 15% del Producto Interior Bruto. Si restaurantes, hoteles y bares abren en verano, que está por ver, ¿cuántos turistas llegarán de fuera de nuestras fronteras, si es que no siguen cerradas como ocurre ahora?

¿Cómo, cuánto y hasta cuándo habrá que apoyar a los millones de rezagados en volver a la actividad? La 'nueva normalidad', lejos del brillo de la novedad del término, trae feos augurios.