La crisis producida por el coronavirus ha llegado en esa constante debilidad de la Unión Europea, máxime en estos tiempos donde el multilateralismo ha volado por los aires, debido al fortalecimiento de la Rusia putinesca, en pleno ascenso de orgullo nacional para recuperar su liderazgo mundial; la China, dictadura digital, que llegará el día (y no es una distopía) en que será la propietaria de la vieja Europa y la convertirá en museo; por último, ese personaje atrabiliario que es Donald Trump y su «América, lo primero». Los tiempos han cambiado demasiado y la psiquiatría política poco.

Y una Unión Europea dividida en cuatro: Norte, Sur, Este y Centro (Francia, a veces oscila con el Sur), pero su eje es Alemania. Esta es la cartografía de una Europa que no ha aprendido nada, ni de sus orígenes, ni cuáles son los fines del tratado, etc. Tiempos de amnesia, demasiado tiempo instalada en la complacencia y embelesamiento que ha devenido en farsa.

Hoy, la Unión Europea es un oxímoron. Lo digo, lamentándolo; soy europeísta, pero no sólo para lo económico, cuando se ha enfrentado a lo social ha fracasado estrepitosamente. El caso de los refugiados es emblemático. ¿Qué ha surgido en medio de la Unión? El nacionalismo xenófobo y el Estado nación. No ha habido coordinación de los países para combatir la epidemia del Covid-19, cada uno lo ha hecho a su real saber y entender.

Y cuando se pide ayuda, otra vez se tilda a los países del Sur de calificativos que son vergonzantes para cualquier demócrata. Solidaridad cero patatero. Vergüenza y estupor.

Los países ricos y esa clase dirigente que hacen 'política adolescente' (también en España), altaneros, carentes de empatía, irresponsables de sus actos (a la semana pidieron excusas), pero la negación a los bonos o a la ayuda solicitada es retrasada una y otra vez. Y todo vale en este circo mundial. ¿Cuánto aguantará? No hay liderazgo, si se me permite, salvo Francia y Alemania, a Macron y Merkel les dan leña, pero sus oposiciones respectivas (salvo la extrema derecha) hacen política de Estado. Portugal es un ejemplo a seguir por el mundo entero, todos a una. Qué decir de España o Italia, la oposición ataca con todo, lo último leído es que se pone en duda y se ataca a la comisión de expertos; quien la dirige fue nombrado por el presidente Rajoy y gestionó bien la crisis del ébola.

No se entiende nada, o peor, se utiliza la pandemia y las muertes para sacar rédito en un futuro electoral. Elecciones que en España siempre las gana quien se hace con el centro; Ciudadanos está intentando alejarse de lo que fue el error de Albert Rivera, disputar el liderazgo de la derecha a Casado y al PP. La presencia de Vox descoloca a Casado, que está empeñado en disputarle esa franja del electorado, abandonando el centro derecha y expresando, en parte, un discurso catastrofista cuajado de las mismas obscenidades que la extrema derecha. Se olvida el PP que cuando moderó el discurso en las municipales subió electoralmente o es el seguimiento de la estrategia de FAES y Aznar. Finalmente, el estrambote, las Comunidades autónomas van cada una por su lado y contradiciendo con sus actos de gobierno lo que dicen sus líderes respectivos. Como pollos sin cabeza.

Y al Gobierno le falta liderazgo social, eso no se tiene por ganar congresos a la búlgara, no. Ni por máster que nunca existieron o tesis dudosas. Esa es una cualidad del gobernante. También le falta cohesión, coordinación y unidad de respuesta, no se puede estar mirando de soslayo lo que hace tu aliado. Arrojo y responsabilidad para tomar decisiones (por ellas juzgaremos los ciudadanos), no por las buenas intenciones. Es cierto que tuvimos una generación con líderes de izquierda y derecha (Carrillo, González, Suárez y Fraga); eran otros tiempos y no vamos a mirar atrás, pero sí podemos aprender de nuestra propia historia. La unión en tiempos de crisis es clave. Es el punto cero.

Estamos en una emergencia mundial y cuando se es gobierno hay que regir, administrar y representar; esto es, gobernar, establecer prioridades con los recursos que se disponen. Y ni en eso se ponen de acuerdo. Se quiere ser Gobierno, agitprop, y eso pasó. El Gobierno de España requiere una unidad en la acción política, aunque sea una coalición de Podemos y PSOE. Si no nos gustan los fuegos graneados de la oposición, tampoco las cuitas entre miembros del Gobierno. No olviden que somos los ciudadanos ante quienes hay que rendir cuentas y hay que ser efectivos, en tanto que exigimos el criterio de competencia. Solamente unidos saldremos de ésta situación tan demoledora.

Y en eso estamos. El título de esta crónica me lo ha dado el Premio Nobel de Economía de 2004, el noruego Finn Kidland, que afirma: «Los políticos no tienen que dar más miedo que el virus. Tienen que pactar; ponerse de acuerdo y generar previsibilidad y expectativas de crecimiento a largo plazo. El inversor sólo invierte en serio en un país cuando puede prever que sí invierte x dinero en x años, ganará x y pagará x impuestos. Esa es la clave: ser predecibles».