La nostalgia puede que se adueñe del PP a la hora de confeccionar los presupuestos del año 2020 que en la capital de la Región van con retraso, al igual que en muchos municipios murcianos y en la propia Comunidad Autónoma. No más gastos en cohetes, flores y otras fruslerías propias de tiempos en los que cada euro no era necesario, como ahora, para hacer frente a la crisis económica que se viene encima tras la pandemia de la Covid-19. Toca apretarse el cinturón y echar una mano a los sectores que se verán más perjudicados y a las familias más vulnerables que, en Murcia, se pueden contar por miles.

El contexto actual obligará a trastocar el presupuesto de este año que solo estaba, a estas alturas del ejercicio, en modo borrador, una perniciosa práctica que el Gobierno local del Ayuntamiento capitalino lleva camino de convertir en hábito de una gestión que no cuenta con el beneplácito de los técnicos, sobre todo, de los de la Intervención General de la capital de la Región, que no para de dar tirones de orejas a los políticos municipales.

La Intervención no ha ahorrado calificativos en sus informes. Desde que los presupuestos suelen ser irreales y que no se pueden ejecutar hasta que existe un acumulativo de inversiones sin ejecutar de más de 117 millones de euros, un caballo de batalla para todos los consistorios que prometen muchas obras y proyectos, pero que luego la realidad desmiente. Numerosas son las inversiones que cada año se quedan sin ejecutar por parte del ayuntamiento de Murcia y que se trasladan de un año para otro creando una distopía sin que cambie sustancialmente la vida de los administrados.

El presupuesto de este año puede dar al traste con importantes iniciativas de la marca Ballesta, que fueron anunciadas en el mandato anterior y que la pandemia provocará que, llegado el ocaso de ésta, tampoco se hayan visto cumplidas. Murcia Río, la Cárcel Vieja, el yacimiento de San Esteban, la Conexión Sur o la mejora del transporte público con el travibús o el tranvía son algunos de los proyectos que deberían tener reflejo en las cuentas públicas del Ayuntamiento de este ejercicio y de los venideros para concluir lo prometido por el PP hace lustros.

Sin embargo, los estragos que conllevará la actual crisis sanitaria en la economía hacen barruntar un futuro nada halagüeño para esos proyectos archianunciados y que pueden transitar en un contexto de arenas movedizas que puede que dure años y que puede lastrar las previsiones de la Estrategia Murcia 2030, sobre la que ya estaba trabajando el ayuntamiento de Murcia antes de que comenzara la pandemia.

Nada de lo que se ha hecho hasta este punto del camino sirve ante la amenaza de una hecatombe económica de consecuencias inesperadas. Muchas de las previsiones, proyectos e iniciativas deberán ser reformuladas y recalculadas de cara al presupuesto de este año y de ejercicios venideros. En Murcia hay otro hándicap nada despreciable. El ayuntamiento de Murcia ha cerrado sus cuentas del 2019 con un agujero en la tesorería de 3.000 euros, una cifra que parece de risa a tenor de que tiene un presupuesto que pasa con creces los cuatrocientos millones. Sin embargo, es un aviso a navegantes si se mira con detenimiento el informe que la concejalía de Economía ha presentado al gobierno local hace un par de semanas.

Lo preocupante no es esa discreta desviación. Lo que más llama la atención es el capítulo de los derechos de cobro, es decir, lo que los morosos le deben a las arcas municipales. La cantidad supera los 224 millones (la mitad del total del presupuesto anual) y preocupa al departamento de cuentas y también a los socios de gobierno de los populares.

Los de Ciudadanos creen que ha llegado la hora de purgar esa lista aunque el PP se resiste y no lo ve tan claro. Muchos flecos para un nuevo presupuesto que parece empantanado.

Por nadie pase.