Italia, que nos lleva unas semanas de ventaja en esta locura, entrará a principio de mayo en fase dos de control del coronavirus. Mientras ultiman las medidas de la desescalada que tanto ansiamos los que no atinamos a ver el final de esta pesadilla, ya tienen diseñada una aplicación para localizar a través de los teléfonos móviles los posibles contagios mediante un rastreo de las personas positivas. La han llamado 'Immuni', su descarga no será obligatoria y solo funcionará por Bluetooth, no por geolocalización para que no viole ninguna normativa.

Dichosos los que ya saben si han pasado el virus y ojalá fuéramos todos lo que pudiéramos gritar que ya somos 'immuni"', pero sin test, imposible. Aquí en España seguimos sin tenerlos para todo el mundo y eso que la OMS repite por activa y por pasiva que esta evaluación masiva es la única manera para combatir la epidemia porque permite aislar a los positivos. Sí, esta semana hemos logrado realizar 40.000 diarios, pero teniendo en cuenta la de millones que somos y los 200.000 que hicieron en Alemania en un solo día, a este ritmo no vamos a ningún sitio. Islandia lo tuvo claro desde el principio y realiza test gratuitos no solo a sospechosos, potenciales contagios o personas en grupo de riesgo, a todo quisqui. Los empezaron en febrero antes de detectar el primer caso y hoy solo tienen ocho fallecidos. Un ejemplo para el mundo.

Habíamos olvidado lo cruel que puede llegar a ser la vida; esta pandemia nos ha pillado desprevenidos y sin saber cómo gestionar nuestras emociones porque nadie nos ha enseñado y lo poco que sabemos, si es que sabemos algo, no lo aprendimos en el colegios donde prefieren seguir hablando de los Reyes Católicos y los ríos. Me pregunto para qué, si todo eso está en internet y en los libros, pero necesitamos profesores para aprender a gestionar el cansancio, la tristeza, la frustración, la rabia, incluso el miedo que sentimos por este virus que nos hace a algunos dormir mucho, a otros muy poco; hay hasta quien tiene pesadillas. Y hambre, eso sí que es muy doloroso y triste. En Colombia, un trozo de tela rojo cuelga de las ventanas de los barrios más pobres a modo de llamada de auxilio.

Mientras, los políticos peleando como niños, buscando desesperadamente su rédito político en cada esquina, prometiendo lo que después no cumplen. Ya ni les escucho, para qué si lo que hacen y dicen hace tiempo que dejó de tener sentido alguno. Prefiero cuidar mi salud mental y priorizar todo aquello que la pandemia ha colocado en su justo sitio, por ejemplo, a todos esos ciudadanos que muchos injustamente consideraban de segunda porque no tenían abultadas cuentas de banco ni estudios y que ahora son los que nos están salvando la vida.

«Dime, Catarro, ¿por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y cuando no sabe se hunde?». «El miedo pesa, hijo», escribió Miguel Delibes en uno de sus libros. Fuera temores, no nos dejan salir a flote y tenemos que hacerlo, ojalá que con un nuevo propósito que nos clarifique quién queremos ser a partir de ahora en la vida. Y por favor, exijamos que dejen cuanto antes pasear a los niños, están en grave peligro y son nuestro futuro.

En Murcia, el sábado después de Semana Santa y como final de nuestras Fiestas de Primavera quemamos una enorme y acartonada sardina. Esta noche no habrá reparto de regalos, ni desfiles, pero sí miles de pitos que sonarán desde los balcones. También en el mío.

Os quiero. Cuidaos.