El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, tuvo el detalle, el pasado jueves, de mantener una videoconferencia con los miembros de la oposición, más de un mes después de la declaración del estado de alarma y a pesar de los requerimientos para el diálogo que por todos los medios, directos e indirectos, le ha hecho llegar el líder del PSOE, Diego Conesa. Hasta el jueves ni siquiera había sido replicado con un acuse de recibo. Conesa, a pesar del desdén con que viene siendo tratado desde San Esteban, mantiene desde el principio una actitud colaborativa con el Gobierno regional que no cabe atribuir solo a su talante personal sino también, sin duda, a la concepción estratégica de que debe diferenciarse en el ámbito de la Región de Murcia de la oposición que frente al Gobierno central de su partido ejerce el líder nacional del PP, Pablo Casado, quien para no dejar resquicio a Vox placa un acoso extremadamente radicalizado al Ejecutivo de Pedro Sánchez. Una más de las incongruencias políticas: Casado se queja de que Sánchez lo ignora (a pesar de que lo cita cada quince días en el Congreso) mientras López Miras trata a Conesa con total indiferencia.

La ventaja para López Miras es que tiene callada a la oposición por el propio interés de ésta, que pretende dar ejemplo frente al desatado frenesí de Génova, al menos de momento, de modo que haya mimbres para un pacto que siga frenando a las voces discordantes en previsión de que el panorama cambie cuando vaya cesando la crisis sanitaria y haya que abordar de manera inevitable las consecuencias económicas del confinamiento con medidas estructurales, muchas de ellas ajenas al doctrinario popular. Esta es la razón por la que los barones territoriales del PP, según publicaban ayer medios de su ámbito, presionan a Casado para que se muestre más conciliador y considere la oportunidad del pacto nacional que promueve Sánchez. Alguna dosis de concordia en la cúpula nacional también obligaría a la oposición socialista en las Comunidades populares a seguir manteniendo un tono bajo mientras los presidentes autonómicos populares se explayan contra el Gobierno central como velo para ocultar sus propias incompetencias.

De momento, López Miras parece llevar alguna ventaja, parapetado en la consistencia del sistema público sanitario y en la buena percepción profesional de su consejero de Salud, Manuel Villegas, aunque tampoco en este departamento es oro todo lo que reluce. Ya advertí que el equipo de Sanidad es un reino de taifas, no capitaneado al completo por el titular, que hay corresponsalías varias y portadores muy evidentes de intereses exógenos; también ahí se libra una batalla interna por el protagonismo a cuenta de la crisis. Y a pesar de la rueda de prensa diaria de Villegas y del efecto de transparencia, empiezan a aparecer contradicciones entre lo que se dice y lo que en realidad constatan los profesionales sanitarios y cuidadores sociales, como por ejemplo el hecho de que en muchos centros se sigue echando de menos el material (mascarillas, sin ir más lejos) del que el Gobierno presume de disponer ya por miles de piezas gracias a su gestión. O la extraña reticencia a practicar test masivos en las residencias cuando son el potencial primer foco de extensión, aparte de que, según testimonios internos, la intervención de las mismas es irreal, ya que solo hay un equipo volante (no permanente) de asistencia para la minoría de ellas en que se han dado casos positivos (media docena escasa del centenar largo del total de registradas), lo que no impide declarar a Villegas que la situación a este respecto es 'delicada'. En todo caso, conviene seguir manteniendo la confianza en esta esquina del Gobierno, por la cuenta que nos trae a todos.

Otra cosa es el área económica, donde el consejero de Hacienda y Presidencia, Javier Celdrán, ha perdido la sonrisa. No es ya Diego Conesa quien lo pone de mala fondingui, sino sus propios socios de Gobierno, los cuatro consejeros de Ciudadanos. Desde que empezó la crisis sanitaria, Celdrán ha procurado concentrar en el presidente todas las decisiones del Gobierno, incluso haciéndole apear el plural para recrearse en la primera persona del singular. Dado el inevitable desconcierto en las primeras fechas, el guardaespaldas político de López Miras ha intentado manejar a Cs haciendo pasar incluso ante la opinión pública reuniones informativas de los consejeros por Consejos de Gobierno constituidos como tales. Pero, al parecer, la crisis del Covid ha tenido la virtud de fortalecer la unidad interna del grupo, cuyos integrantes se han adelantado incluso a los consejeros del PP en la redacción de presupuestos alternativos de sus departamentos que modifican el 'documento muerto' que se tramitaba en la Asamblea antes de la proclamación del confinamiento.

Javier Celdrán pretendía que la nueva adecuación de las cuentas públicas se centralizara en su departamento a través de uno de sus directores generales con rango de secretario general, Joaquín Gómez, pero Cs se ha negado a pasar por ese embudo, y ha propuesto la creación de una comisión integrada por consejeros del Gobierno. El titular de Presidencia conoció la composición de dicha comisión en la rueda de prensa que celebraron en San Esteban la vicepresidenta, Isabel Franco, y la portavoz del Gobierno, Ana Martínez Vidal. El equipo de coordinación está integrado por Celdrán, Martínez Vidal (Empresa, Industria e Info), y Motas, responsable de Empleo. Sorpresa. Dos consejeros de Cs por uno del PP, aunque éste tenga muchos brazos. En Cs hicieron esta operación de hechos consumados (comunicar la composición de la comisión sin haberla consensuado con Celdrán) porque dicen en el partido que sus consejeros están hartos de escuchar anuncios del presidente que no han sido aprobados oficialmente en el Consejo, o que dé por consumadas decisiones que solo han sido enunciadas en reuniones informales de domingo, así como que en San Esteban se elaboren (literalmente, aseguran) los titulares de apertura de la televisión pública, La7, antes de que los responsables de Cs hayan tenido oportunidad siquiera de tener constancia de la noticia en cuestión.

Donde las dan las toman, pero es obvio que la composición de esa comisión tiene buena lógica. Las consejerías más importantes a partir de ahora (y, por tanto, también en lo presupuestario) habrán de ser, en este orden, Salud, Política Social, Empleo, y Empresa e Industria, de ahí la presencia de Motas y de Martínez Vidal. Pero se puede entender que a Javier Celdrán se le haya borrado la sonrisa, pues hasta ahora su misión consistía en, de un lado, otorgar protagonismo a los consejeros que lidera López Miras, los del PP, y de otro, camelarse a los de Cs para llevárselos a su halda aprovechando la latente crisis interna del grupo. Pero es muy probable que en una comisión de composición mayoritaria de Cs en la que sus miembros disponen de carteras decisivas en la gestión de la crisis económica, queden en segundo plano capítulos como Fomento o Turismo, baluartes antes esenciales para el lucimiento del presidente.

Cs ha madurado en este trance, por lo que se ve, tanto que al día de hoy, con la perspectiva del Pleno de aprobación de los Presupuestos para el próximo martes, solo hay sobre la mesa cuatro cuentas cuadradas: las de los consejeros del grupo minoritario de la coalición de Gobierno. Y un riesgo: que los presupuestos de las consejerías populares, sobre las que tendrá que informar Celdrán a Cs el día antes del pleno, como mucho, no encajen en lo que propongan los otros dos miembros de la comisión. Tal vez todavía quepan dudas sobre si habrá final feliz para el martes.

Véase, pues, que López Miras tiene algún quebradero de cabeza añadido a los que la situación por sí misma le proporciona. Quizá por esto ha seguido ignorando a Diego Conesa, sin dar respuesta a las diez propuestas presupuestarias para el 'corto plazo' ante la crisis económica que el socialista le hizo llegar el pasado sábado, razón por la cual el líder del PSOE le remitió ayer una carta reclamándole de nuevo la atención sobre la necesidad de crear un espacio de diálogo. López Miras debe ser consciente de que el capítulo impositivo (el presidente pretende, aun en esta situación, bajar impuestos) será el punto inevitable de discrepancia. No puede permitirse que el PSOE lo apoye porque perdería la disposición colaborativa de Vox, que utilizaría el pacto presupuestario para denunciar que el PP se pliega a la confabulación comunista-terrorista y mediopensionista.

Pero el principal revés del presidente en esta tesitura es que Cs parece haber descubierto por fin la caja de Magia Borrás que guardaba Celdrán, y a su mago de cabecera se le ha apagado la sonrisa.