Sofía se ha construido un país paralelo a fuerza de imaginación. Ese país queda realmente al lado de casa, a unos 300 metros del balcón. Está justo a la espalda de un precioso chalet amarillo con parcela y piscina que vemos desde la terraza. Somos una pareja con dos hijos: Sofía, de 3 años, y Ernesto, de un añito.

Vivimos de alquiler en un piso con terraza de veinte metros cuadrados, lo que representan un auténtico 'respiradero' en tiempos de confinamiento por el Covid 19. Nos sentimos afortunados, porque hay miles de familias que están sobreviviendo estos días en pisos de 40, 50 y 60 metros cuadrados, sin balcón ni terraza.

Cada día, desde el inicio de la cuarentena, Sofía nos deja claro que tiene que ir a sus país siempre a la misma hora: las 19.15. Ella es un animalito rutinario, como todos. Curioso que a las 20 horas todos salgamos a aplaudir a los sanitarios.

Pero nos hemos dado cuenta de que, realmente, el 'País de Sofía' es realmente el país de las obligaciones. Primera regla: allí tiene que trabajar (nunca aclara exactamente en qué, y eso que dice que quiere ser doctora como su madre). Segundo: hay que hacer deberes. Tercera regla: siempre hay lentejas de comer. Y cuarta regla de oro: no se puede jugar.

«Papá, lo siento, tengo que irme a mi país. Tú te quedas aquí en casa cuidando del hermanito», dice cada cierto tiempo. Y, a pesar de estar tan cerca, nos deja bien clarito que tenemos que llevarla en coche, pero vestida como una princesa de cuento. ¿Por qué? Porque allí vive junto sus 'hermanas'.

En realidad, sus hermanas son sus cuatro mejores amigas: Ana 'pequeña', Ana 'grande', Lola y Miriam. Al parecer, todas van allí con vestidos, nada de camiseta ni pijama. «¡Claro, ahí vivimos las cinco hermanas, papi, que no te enteras!»,asegura con los brazos en jarra. Está claro que su hermano Ernesto, de apenas un año, no cuenta como compañero de juegos en tiempos del coronavirus.

Como pueden imaginar, en el 'País de Sofía' ya no está el enemigo: «Allí no hay coronavirus, ya se ha ido el bicho malo», dice con dulzura. Resumiendo: es espacio de la imaginación en donde se mezcla el cole, el castillo de Disney (a veces hay un castillo de hielo inspirado en Frozen), el cole y el parque. Es decir, su vida antes de esta crisis sanitaria, social y económica, que tiene pinta de derivar en crisis humanitaria. ¡Ah! y hay fiestas antes del anochecer, a la que los padres no podemos acceder.

¿Cómo está Sofía estos días en casa? Sin actividad física y con patrones de sueño irregulares; obviamente, está más irritable, más desafiante y demanda constantemente atención. Constantemente es constantemente. ¿Juegas conmigo? ¿Hacemos torres? ¿Te sientas a ver la tele? ¿Hacemos yoga? ¿Te ayudo a hacer la comida?

Normal, estamos criando a nuestros hijos en cautividad. Tiene el malestar clásico del no saber qué hacer. También va más estreñida y se ha hecho pis alguna vez encima, cosa rara en ella. Sofía también ha engordado, y es que el encierro nos pasa factura a todos en la báscula.

Junto a mi mujer, que es psiquiatra, con los niños hemos cocinado, pintado, saltado en la cama, hecho manualidades, repasado cada color del arcoiris, lanzado mensajes de apoyo para el panadero, hecho yoga, tareas de casa, escuchado música en Spotify, hecho deporte y realizado decenas de videollamadas a los abuelos y amigos.

En esta cuarentena, Sofía habrá visto más de cincuenta veces los clásicos de Pixar, DreamWorks y Disney. Además de los dibujos que ofrece la versión infantil de Netflix. Aunque seamos 'anti-tele', la caja tonta es actualmente un salvavidas para poder ordenar la casa, limpiar y trabajar. Hasta hemos recurrido a YouTube para que vea los desfiles de Disneyland París. De pena. Todo, para evitar que Sofía disminuya su estado de ánimo o caiga en una depresión infantil. Tratamos de mantenernos llenos de ideas, optimistas e ilusionados, aunque los días sean una montaña rusa emocional. Y ya empiezan a pesar, la verdad. Pesa vivir en el 'Día de la Marmota'. No somos Bill Murray. Han pasado océanos de tiempo.

Los padres españoles pensamos que ha llegado la hora de permitir a los niños salir una hora a pasear en las inmediaciones de casa. Una sociedad que no escucha a los niños y niñas y no se organiza para cuidarlos es una sociedad inhumana. Sí, inhumana.

¿Somos una sociedad adultocéntrica? Es posible. ¿Urbanocéntrica? También.

Entendemos que el estado de alarma conllevara un encierro de un mes para no colapsar el sistema sanitario. Entendemos que los niños son vectores de transmisión asintomáticos. Entendemos que hemos tenido que tirar de imaginación sobreviviendo a puerta cerrada. Pero el 'País de Sofía' nos ha llevado a pensar que ha llegado el momento.

Alemania, Italia, Francia y Bélgica ya permiten salir a los niños a la calle en el entorno de la vivienda familiar, acompañados de un adulto y por un tiempo limitado. Con cabeza y con organización. Manteniendo la distancia social. Por todo ello, los padres de España pedimos al Gobierno de Pedro Sánchez que deje salir ya a los #NiñosALaCalleYA.

Expertos en salud mental pronostican que un tercio de la población china sufre o sufrirá un trastorno de estrés postraumático. Es cierto que los niños y los adolescentes se han adaptado mejor que los adultos al confinamiento, pero eso no quiere decir que no estén sufriendo. Como respuesta, ¿cuántos países imaginarios se estarán construyendo los niños españoles superada la barrera de los treinta días de encierro?

Porque los padres no queremos que el confinamiento deje secuelas a los más pequeños. No quiero que mi hija acabe dentro de unas semanas sentada frente a su madre, no en casa, sino en su consulta desgranando el 'País de Sofía'. Un aislamiento más prolongado en niños puede acarrear consecuencias psicológicas.

Por todo ello, padres y madres, abuelos y abuelas, hagamos TT en redes sociales el hashtag #NiñosALaCalleYA. Volvamos, aunque sea por unos minutos al día, a la vida normal.