La globalización ha demostrado que hoy la humanidad es más frágil, más líquida, somos mucho más vulnerables por el desarrollo de la comunicación, transporte, etc. Hemos descubierto que el confinamiento se puede conllevar (si el hábitat lo permite) pues esto va para largo. Estamos en la caverna de Platón, al fondo, viendo series, cocinando, haciendo bicicleta€ pero esa no es la realidad, hay muchos que mueren al día y malviven y no es todo por el coronavirus. Son los efectos de la globalización que han denunciado hasta la saciedad los Beck, Giddens, Beld, Archibugui, etc. Sólo era economía y política para las grandes multinacionales. Ciudadanía mundial cero.

No nos hagamos los sorprendidos, lo advirtieron muchos, especialmente a finales del siglo XX, desde el informe Los límites del crecimiento (1972 y 2012 última actualización en francés) encargado al MIT por el Club de Roma, coordinado por la biofísica Donella Meadows, ya se sabía que «no puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados», ¡y era previo a la crisis del petróleo! Los poderes internacionales y nacionales no hicieron caso a cuestiones como la capa de ozono, cambio climático, todo eran supercherías de ecologistas trasnochados. No inversión para I+D+I, sólo armamento.

Si acudimos a los filósofos y pensadores del fin de siglo y leemos La derrota del pensamiento (1987), de Finkielkraut, La era del vacío (1983), de Lipovetsky o La sociedad del riesgo (1986) de Ulrich Beck, encontramos advertencias serias sobre el plano inclinado en que iba nuestra cultura y civilización. Y el modelo de sociedad occidental. Todo sucedía antes de la caída del Muro de Berlín, del derrumbe de la URSS y del 11S, por si fuera poco llegó la crisis económica del 2008 que empobreció y asoló al mundo, aunque el número de ricos creció exponencialmente. La paradoja es simple, los ricos eran más ricos y los pobres más pobres. La clase media resistió arruinándose y endeudándose. Y los políticos se olvidaron de la ciudadanía, el malestar en la política avanzó peligrosamente, problemas del modelo de representación política por una crisis de incompetencia que conduce a la peligrosa deslegitimidad, descontento y desafección de los ciudadanos con respecto a la política. ¿Qué pedían éstos? Transparencia, participación y que los Gobiernos fueran competentes, efectivos.

La sociedad vivía al margen, 'porco governo', en una cultura zombie postmoderna que deja atrás valores como sacrificio, esfuerzo, en la que triunfa el ocio como un fin en sí mismo, lo rápido, lo banal y trivial, todo tiene que ser fast desde el comer hasta el vivir. «La prioridad del individuo sobre la sociedad de la que es miembro» (Finkielkraut dixit). Una sociedad que pretende ser eternamente adolescente donde la ética del éxito es el nuevo vellocino de oro, todo ha de ser nuevo y joven. Serlo ya es un valor positivo. Y viene la política que padecemos hoy, la que titubea frente a la pandemia, los que se quieren aprovechar de los muertos para sus intereses políticos, muy alejados del interés general, se desprecia al experto que es un científico cuyos protocolos son a base de prueba y error. Es la política adolescente, repleta de prejuicios e ignorancia.

Y surgen los nacionalismos, la xenofobia y el racismo, y los delirios de viejos modelos dinamitados por la historia en 'nuevas' pseudoformulaciones. No es el bien común, dirían los clásicos. Es que no ha lugar para la prudencia, el acuerdo, las buenas formas, en una situación de alarma mundial. Han muerto las virtudes cívicas pero no lo ha hecho el Covid-19. En las crónicas siguientes hablaremos de la Unión Europea y su papelón en el concierto de las naciones y de la política adolescente, caprichosa y desdeñosa con todo lo que ignora (dado que son inmortales, diría el maestro Borges).

Pero no nos rindamos. Saldremos de la caverna como en La República de Platón, ya sabéis que los que habían vivido allí no querían salir para conocer el mundo y el sol. Su vida estaba en la penumbra, se resistieron cuando uno de los que había salido volvió a por ellos; vuelve, dice Platón, por philia, por amistad, por humanidad, por solidaridad. Era su deber.

Los únicos que nos están sacando de la caverna del Covid-19 son los héroes de la bata blanca o del uniforme, estando la sociedad civil mermada.

Veremos si aprendemos a vivir fuera de la caverna.