Como cuando terminan un puente y le pasan por encima quince o veinte camiones de gran tonelaje para ver si se cae o no se cae.

Así, más menos, está siendo el Covid-19 para la humanidad: una puta prueba de carga.

Lo que no sé muy bien es si la estamos pasando. Ni quién es el ingeniero global que la diseña, ni qué rostro tiene. Ni qué pasaría si en vez de quince camiones fueran diez o si en vez de veinte fueran sesenta. El caso es que usted y yo sabemos poco, y seguro que nadie sabe mucho acerca del futuro.

Pero aquí andamos. Resistiendo, y aún dando gracias de no ser un país africano sin estructura sanitaria ni apenas Estado. Resistiendo, y juntando fuerzas para hormigonar más nuestros pilares. Resistiendo, y recordando que hay familias que lo pasan infinitamente peor que la propia. Resistiendo, y aplaudiendo a rabiar cada día, como un reloj, a las ocho de la tarde. Resistiendo y reforzando, en tanto nos deja el latente runrún del odio, nuestros valores para ser mejores personas. Resistiendo para que sea nuestro pequeño puente el que pase con éxito la endemoniada prueba de carga.

En los puentes cargados hasta los topes de camiones antes de que la carretera se abra al tráfico el factor fundamental para conseguir que se mantenga es el diseño previo. Si está bien hecho, el puente resistirá. Aquí es donde menos razones para el optimismo podemos esgrimir. Las bases de diseño son flojas. El mundo denso e hiperindustrializado. El respeto cero por el entorno. El ultraliberalismo económico que abandona la perspectiva de grupo. La desigualdad. Los pensamientos únicos. La ausencia de democracia real, e incluso ficticia, en muchos más países de lo que imaginamos. Los egoísmos. Los preconceptos. Las guerras, que no paran ni aunque el mundo esté por despeñarse. El empeño global por olvidar la historia y despreciar la filosofía.

Pero en las pruebas de carga hay otro factor que quizás sí invite a mirar hacia delante con esperanza: los controles de calidad.

Si mientras construyen el puente lo miden bien; ensayan los materiales; miran los protocolos; no escatiman ni distraen los dineros ni la inteligencia, el puente seguirá en pie. Y de eso se trata a partir de ahora: control de calidad urgente, de grupo, eficaz, mirando uno a uno todos los elementos de la estructura y tomando decisiones.

A lo mejor somos capaces de hacerlo, aprendiendo de los errores y sabiendo que el futuro sólo nos traerá lo que empecemos a diseñar ahora, si hace falta partiendo de cero.

Y tendrá que ser en un escenario de Calidad Total, porque no nos podremos permitir ni la más mínima fisura. Aunque eso implicará remover desde lo más hondo todas las bases de lo que nuestra especie le está haciendo al planeta y, como estamos pudiendo comprobar, a ella misma.