El mundo está viviendo una crisis sanitaria hasta hace poco inimaginable. Nunca creímos, en nuestro aparentemente seguro primer mundo, que nos tendríamos que enfrentar a una pandemia como la actual. Nos pareció que estas cosas ocurrían solo en países donde las condiciones sanitarias eran precarias. Sin embargo, ningún territorio del planeta, por rico que sea, se ha librado del azote de una partícula diminuta que está poniendo en jaque a los más poderosos.

En un estudio reciente de Naciones Unidas se pone de manifiesto que las pandemias afectan de manera desigual a hombres y mujeres. En el caso de la crisis del Covid 19 se ha observado que el virus es más letal para hombres que para mujeres, pero a nosotras nos afecta de manera relevante en varios aspectos: por la salud, por la violencia doméstica y por cuidar de los otros.

Para el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y en palabras de su directora, Natalia Kanem, quienes están sufriendo más esta crisis de salud pública son: «Las embarazadas, que necesitan atención prenatal, pero no saben si es seguro ir a la clínica; las mujeres en relaciones abusivas atrapadas en casa en el futuro previsible y temiendo por su seguridad. Las decenas de millones de personas en los campos de refugiados, que están contando los días para que llegue el coronavirus, y para quienes el distanciamiento social simplemente no es una opción. Las personas mayores, muchas de las cuales están atrapadas de forma aislada, carecen de interacción social y son particularmente vulnerables a enfermarse gravemente por el virus».

Desde que comenzó la pandemia las mujeres han estado en la primera fila de respuesta a esta emergencia global como profesionales sociales, sanitarias, voluntarias y cuidadoras, asumiendo un enorme precio tanto físico como emocional, además de un riesgo de infección mayor. Es necesario, por tanto, tener presente el enfoque de género de esta pandemia, de manera que la voz de las mujeres este? representada en los espacios donde se deciden las estrategias para atajarla.

Desde siempre las mujeres hemos asumido la carga de los cuidados no remunerados, tareas vitales y fundamentales que muchas veces no han sido reconocidas suficientemente, tanto en el aspecto económico como en el social. En la actualidad varios estudios apuntan que las consecuencias de esta pandemia no se limitan exclusivamente a la salud, también tiene un fuerte impacto en la sociedad, ya que buena parte de sus consecuencias recaen sobre todo en las mujeres, que son quienes soportan una carga desproporcionada.

La mayoría de los trabajos sanitarios y del sector de los cuidados son desempeñados por mujeres de manera que las ocupaciones remuneradas que cobran especial importancia en crisis sanitarias son empleos feminizados. Según datos obtenidos de la encuesta europea EU-Labour Force Suvey de 2018 para la ocupación de enfermería hay un 86% de mujeres frente al 14% de hombres. En cuanto a las médicas, en España son más las mujeres colegiadas que los hombres. También el 71% del personal de farmacia son mujeres; el 93% del personal de limpieza (oficinas, hoteles, casas); y el 84% de quienes atienden en los supermercados.

Todos estos datos ponen en evidencia que es necesario realizar un análisis de esta crisis sanitaria teniendo en cuenta la perspectiva de género, porque la gran parte de los cuidados, tanto desde el ámbito profesional como el ámbito doméstico, son ejercidos por las mujeres.

Según el estudio «Covid-19: los impactos del brote en el género», publicado en la revista científica The Lancet, sus autoras Clare Wenham, Julia Smith y Rosemary Morgan señalan que «entender cómo los brotes de enfermedades afectan de manera diferente a hombres y mujeres es fundamental para desarrollar políticas de intervención equitativas e igualitarias», y consideran que «la respuesta a brotes de enfermedades como el Covid-19 debe ser efectiva y no reproducir las desigualdades de género». El informe también señala que al ser las mujeres quienes asumen las labores de cuidado, están más expuestas al contagio.

Ante estos datos se plantea la necesidad de un cambio de paradigma. Esta crisis debería ser una oportunidad para colocar el cuidado en el centro de la vida colectiva. Es fundamental e imprescindible que sea toda la sociedad en su conjunto la que se encargue de los cuidados que requiere para su supervivencia. Y para ello es necesario fomentar las políticas de igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. Porque solo acabando con las diferencias de género conseguiremos una sociedad capaz de prevenir y hacer frente a las crisis venideras.