Ahora que estás en casa advierte qué cosa es el tiempo, olvídate por un momento de tus pequeños dispositivos digitales, de sus baterías de litio y su red de satélites (artificiales). Será solo un momento, concéntrate en el modesto reloj de arena, aquel del cual no esperarías nuevas lecciones, relegado por ti a los museos, esos desvanes de cosas muertas que te complacen solo cuando las miras virtualmente.

El reloj tiene un mensaje para tus oídos, y solo te pide que lo mires. Ahora que las paredes de tu casa se estrechan, mientras el ciclo del año continúa fuera sin ti e incluso Cristo ha resucitado pero de nada te sirve porque no has ido a ver su sepulcro vacío, ahora, en estas condiciones, observa al vetusto reloj. Está formado por dos bombillas de vidrio unidas por un exiguo conducto por donde cae la arena contenida en ellas.

Escucha tu primera lección, percibe la simetría perfecta de estos minúsculos recipientes transparentes, te parecerán dos objetos diferentes de uno cae arena y otro la recibe; son sin embargo la única y misma cosa, el cauce imperturbable y permanente por donde transcurre el flujo inagotable del tiempo.

A veces estas bombillas están adornadas con columnitas helicoidales de madera; esa espiral, esa hélice, nunca te ha dicho nada, no tenías ojos para ver la imagen duplicada de la eternidad condensada en giros eternos alrededor de un eje. Y ahí estaba, ahí ha estado siempre. El recipiente cristalino, simétrico, dual, transparente, en un juego de la duplicación, de la repetición, se muestra ante ti; muévelo, dale la vuelta. Lo verás siempre igual, siempre diferente.

Con tu segunda lección corres el riesgo de caer bajo un hechizo hipnótico, pues te pido que contemples los granos de arena. Intenta contarlos como si fueras un nuevo Abraham oyendo hablar de su posteridad, pero no podrás. Les supones infinitos, y para ti, criatura de un día, lo son.

Ves cómo cae una grano y luego otro, imperceptible, lentamente. Es la eternidad que pasa ante tus ojos, apenas varía y pese a todo cambia, desciende el volumen de la inconmensurable arena y llena la bombilla hasta que el último grano ha caído.

El tiempo se ha detenido, alguien con mano descarnada y cuencas vacías te arrancará algún día el reloj de las manos. Mientras tanto, repasa la lección, ahora que estás en casa, advierte qué cosa es el tiempo.