Pasará la tempestad, llegará la calma y todos haremos balance de los bienes que naufragaron. Todos. Las empresas, los trabajadores, los autónomos, las autoridades? Haremos inventario de los daños de una pandemia que rima de forma macabra con tragedia. La primera, la peor de todas, la de los conciudadanos que jamás podrán volver a cubierta, la de aquellos cuyas vidas han sido, son y, desgraciadamente, serán segadas por este virus. Un recuerdo para ellos y un abrazo solidario a sus familiares y amigos de parte de las gentes del mar.

Esta epidemia nos ha desgarrado como sociedad. Ha tomado al asalto nuestras zonas de confort para recordarnos que somos vulnerables. Para soliviantar nuestras certezas y alterar nuestras cosmovisiones. Sería una temeridad, una imperdonable frivolidad, que despreciáramos las lecciones que jamás habríamos querido recibir. Entre otras, que el reseteo de nuestro software para adaptarnos a esta nueva realidad ha de cimentarse sobre los valores de confianza, solidaridad, cohesión e inclusión social. Esa es mi convicción como ciudadano y como empresario. Como presidente de una naviera que, en tiempos de mala mar, quiere proclamar que mantiene sus principios innegociables de compromiso con el planeta, con los territorios en los que opera, con los trabajadores, clientes, proveedores, y administraciones públicas.

Llevamos veintidós años tendiendo puentes, facilitando el libre comercio, el intercambio de bienes, cultura y conocimiento, generando y distribuyendo riqueza en toda la amplitud del término a nuestros grupos de interés. Como empresa logística y de movilidad marítima, formamos parte estratégica de la economía productiva, la generadora de riqueza y empleo, la que nos permite vivir libremente, sostener y disfrutar del Estado del Bienestar. Los territorios no peninsulares, el sector turístico y de la distribución necesitan de nuestra misión para propiciar la recuperación y la vuelta a la normalidad.

Baleària ha experimentado un desplome de un 70% en sus ingresos, que en un 55% provienen del tránsito de pasajeros. En concreto, el año pasado fueron nueve millones los pasajeros que pagaron su tasa portuaria. Ahora sólo doce de los 32 barcos de nuestra flota se encuentran operativos, sin pasaje, y trabajan cada día para garantizar las necesidades esenciales de suministro de bienes de primera necesidad. Unos servicios que se mantienen con importantes pérdidas.

Pero seguir a pie de puerto no es una concesión. En momentos de dificultad extrema simplemente cumplimos nuestra obligación de mantener los servicios de carga para suministrar artículos básicos a las Islas Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla. Para mí es un orgullo ser el capitán de tantos equipos humanos que en momentos de zozobra hemos entendido que no caben excusas en nuestro deber de servicio. Cada vez que zarpa un barco con las bodegas preñadas de alimentos, medicinas y material sanitario renovamos nuestro contrato social.

Es la hora de la grandeza. De que empresas y ciudadanos ofrezcamos lo mejor de nosotros. También los responsables públicos. Todos formamos parte de una cadena de complicidades y lealtades que debemos cumplir con altura de miras para salir fuertes de este envite. Cada eslabón es decisivo. Por eso debemos atender nuestro compromiso con el que nos precede y el que nos sucede. Para que la secuencia no se quiebre. Las autoridades públicas se equivocarán si no cumplen con su parte. Si no muestran por las navieras la misma preocupación que están demostrando, con hechos, por las compañías aéreas. Si no responden a las necesidades de un sector, el del transporte marítimo de pasajeros, que es esencial, como acreditan los veinicinco millones de personas que cada año circulan por los puertos españoles.

En pleno descalabro de ingresos, facturar servicios portuarios (como prácticos, amarradores, estiba, remolcadores, tasas y cánones, en ocasiones abusivos e innecesarios) es un lastre, una incongruencia difícil de entender. El Port de Ciutadella, en Menorca, es una excepción. Allí, el Govern Balear ha tenido la sensibilidad de decretar exención de tasas. Medidas necesarias si se considera que en algunas frecuencias el flete ingresado no alcanza ni para el abono de los servicios portuarios.

Todos los estudios concluyen que la normalización de la movilidad será lenta y no se alcanzará, en el mejor de los escenarios, hasta diciembre. En esta tesitura reclamamos medidas concretas que contribuyan a facilitar la recuperación de uno de los sectores más castigados por las consecuencias de esta pandemia. Porque el transporte mixto de pasajeros y mercancías es estratégico y necesario, y todavía, como en nuestro caso, esta controlado por una empresa nacional que demuestra su claro compromiso social e imbricación con el territorio.

En Baleària hemos puesto en marcha acciones financieras para blindar la fortaleza de la caja, aunque nuestras reservas se verán afectadas. A las autoridades les expresamos así nuestra vocación de campeón nacional, para seguir ejerciendo un efecto tractor en los territorios, generando empleo, y sin detener nuestro proceso de internacionalización. Apelamos a la inteligencia emocional de los responsables públicos para recuperar juntos la atmósfera de confianza que nuestro país necesita. Sólo se conseguirá si se participa activamente en el diseño del nuevo mapa de compañías y líneas marítimas en la poscrisis; no hacerlo y dejar un sector tan estratégico a la deriva y sin rumbo sería un error imperdonable. Una temeridad.

Que nadie tenga la más mínima duda. De esta tormenta saldremos más pobres, pero moralmente más fuertes si todos, Administración y empresas, nos conjuramos y aportamos nuestra mejor versión en el esfuerzo colectivo de superar esta crisis.

Los barcos que se acolchan sobre los muelles soltarán amarras y las cubiertas se llenarán de nuevo de pasajeros. Y todos seguiremos conquistando puertos para el progreso de este gran país.