Camus se ha convertido en el autor de moda en estos tiempos de confinamiento. En todos los periódicos de tirada nacional y regional han aparecido sesudos artículos que reclamaban al autor francés la profecía de nuestra pandemia. Su novela La peste inundó los estantes de las librerías (antes de que las cerraran) como si fuese un libro de amores juveniles. Yo mismo escribí un artículo sobre la obra que Ángel Montiel tuvo la habilidad de publicar el día antes del inicio del Estado de Alarma y de que Vargas Llosa lo considerase un libro mediocre.

Pero uno ha leído a Camus mucho más allá de los bacilos y de los árabes asesinados. Es por eso que cuando todo el mundo señala La peste como libro oficial de nuestra pandemia, yo no puedo discrepar más. El libro que nos sitúa en la realidad más dolorosa, que nos arroja al absurdo juego de vivir atrapados en nuestra propia cotidianidad, que convierte el acto de mirar por la ventana en una liberación fragmentada es El mito de Sísifo.

Los amantes del mundo clásico sabrán la historia de este 'héroe absurdo' en palabras de Camus. El motivo de su castigo no está claro ni para el propio Homero, pero sus consecuencias son eternas. El nivel de sofisticación de la condena en la mitología greco-romana alcanzó cuotas de sadismo en nuestro personaje. Sísifo fue condenado a transportar una piedra colina arriba. Cuando llegaba al punto más alto, la piedra volvía a caer. El infinito esfuerzo de sus brazos y piernas se veía repetido día y noche sin un fin.

Camus explora el mito y lo viste con ropajes actuales. Lo sienta a nuestra mesa y conversamos con él. Para el escritor, el momento de felicidad de Sísifo es la aceptación de su condena. Esos segundos que, estando en la cima de la colina, contempla el camino recorrido, justo antes de que la piedra haya caído, con los brazos en reposo. No pudo saberlo Camus, pero su obra nos ayuda en el noble arte de mirar por la ventana. El confinamiento, que dura 31 días, es nuestra piedra rodada. La libertad efímera que experimenta Sísifo es similar a la nuestra cuando parece que anunciarán el final del Estado de Alarma, justo antes de que lo prorroguen otros quince días.

Tememos asomarnos al balcón sabiendo que al volver dentro de casa encontraremos de nuevo la piedra, cada vez más grande. Nuestro cuerpo, poco dado a la heroicidad, adquiere con el paso de los días dolores nuevos. A nadie se nos preguntó si queríamos ser Sísifos modernos. Pero Camus, por si acaso, ya escribió la respuesta hace ochenta años.