Cuando ya hemos cumplido un mes de confinamiento y han comenzado a incorporarse los trabajadores de actividades no esenciales, creo oportuno aportar alguna observación sobre la nueva situación aun a riesgo de reiteración. Ha sido tan sólo una quincena escasa el tiempo en que, desde el 30 de marzo, la sociedad española ha paralizado toda actividad prescindible y en la que el trabajo ha dejado de ser la razón o pretexto para libarse del enclaustramiento que hemos tenido que sufrir en el periodo de alarma que la pandemia del Covid-19 nos ha impuesto desde el 14 de marzo.

La nueva perspectiva puede suponer una suerte de liberación que podría alimentar el ansia de salir a la calle que compartimos todos los murcianos y el peligro de adelantarnos a una vuelta a la 'normalidad' con la que aún no podemos soñar. Desde estas líneas me uno a las voces que llaman a la misma cordura y paciencia con que hasta hoy hemos aguantado este mal trago que nos ha tocado resistir, como reza la letra que tanto ha sonado desde nuestros balcones: Resistiremos. La vuelta al trabajo, la utilización de los transporte colectivos, el hipotético uso de ciertos espacios vedados hasta este momento, como parques para niños con o sin necesidades especiales, la apertura o flexibilización en las normas vigentes que se piden por ciertos colectivos, pudiera ocasionar la falsa impresión de que se ha levantado una 'veda' que nos obligaba a una reclusión por nadie deseada. Sería en grave error del que nos lamentaríamos cuando ya no hubiera remedio, porque podría ocasionar un agravamiento en esa tendencia de aplanar la curva de contagios y de muertes, por la que están jugándose la vida los sanitarios y tantos servidores públicos que mantienen las constantes vitales de esta sociedad, y que disfrutamos a pesar de la pandemia quienes aún no hemos sido contagiados o los que sin saberlo pudiéramos ser portadores asintomáticos del virus. Ya ha ocurrido en otras latitudes, como en Singapur o en Japón, y nosotros debemos poner nuestra cuota de responsabilidad para que aquí no se repita. A ello debe movernos no sólo el instinto de conservación, además de para no contagiarnos, para no contagiar a los demás, pues cada uno de nosotros podríamos ser, sin saberlo, portadores de maldito virus que nos está quitando a unos el sueño y a otros la vida.

El periodo de alarma continúa en los mismos términos que se decretaron el 14 de marzo, y la nueva situación de mayor movilidad únicamente atañe a quienes tienen que acudir a los tajos de trabajo que ahora se retoman.

Por otra parte, me quiero hacer portavoz de los que esperamos las voces y consejos de quienes deberían ser el faro y la guía de la buena gente de a pie, del común de los mortales, entre los que me cuento; de quienes tienen la autoridad moral de su ciencia, experiencia, saber o lucidez, los intelectuales, los científicos y los expertos que están quedando demasiado callados en el momento presente, en medio de una jauría de memes, falsas noticias ( fake news) que inundan nuestra intimidad con un claro intento de manipulación carente de la mínima dosis de ética y decencia.

Desde mi condición de ciudadano de a pie, libre e independiente, me tomo la licencia de apelar a vuestro posicionamiento público y asesoramiento. Somos muchos los que lo esperamos de vuestra incuestionable bohonomía y compromiso social, aun sabiendo que ello puede suponer correr el riesgo de caer en la diana de los mismos manipuladores sociales que ahora campan a su anchas por redes sociales y por algunos medios de comunicación, amparados en un derecho de expresión que muchas veces se convierte en un derecho de insulto, de descalificación y de defensa de lo indefendible en un Estado de Derecho como en el que algunos creemos vivir.