Corre por ahí un argumentario que establece que la relativa menor incidencia letal del coronavirus en la Región (‘solo’ nos acercamos a los cien muertos, que se dice pronto) se debe a las previsiones del Gobierno autonómico. Como es algo que todavía no pueden argumentar desde San Esteban porque, dicho por sus portavoces, resultaría heavy y sin duda algo precipitado por si la evolución de ‘la curva’ nos deparara alguna sorpresa, lo dejan caer para que otros lo vayamos contando. El propósito político consiste en ir macerando a la opinión pública para, cuando la pandemia sea aplastada y haya que restaurar en lo posible los platos rotos de la economía, López Miras pueda investirse como el Desinfectador del Reino.

Pues bien, es falso que el Gobierno regional se adelantara mediante medidas, actuaciones o simples declaraciones a la previsión de las consecuencias de la pandemia. A no ser que nos dediquemos al inútil ejercicio de datar si el presidente murciano compareció diez minutos o diez horas antes que el de España para hacer propuestas o tomar decisiones de las que ya estaba informado, como todos, que serían inevitables. De hecho, ya en pleno confinamiento no se recató en convocar el concurso público (incluso contra la voluntad de sus socios de Ciudadanos en el Consejo de Gobierno) para la renovación de la licencia de la televisión autonómica, con un presupuesto reforzado, aun a sabiendas de que las previsiones financieras del futuro son indescriptibles, y a sabiendas también de que los concursos públicos son papel mojado en esta fase de paralización administrativa en todo lo que no resulte esencial para la supervivencia.

Nadie estaba preparado para afrontar unas circunstancias como las que nos confinan, ni siquiera López Miras. Por eso no cabe hacerle reproches al respecto, pero tampoco admitimos la invitación a aplaudir su presunta providencialidad.

Esta sería la lógica del debate político actual si no fuera porque en los momentos inicialmente más críticos lo hemos visto sobreactuar. Que la clase política en general se ha torrado ante el envite de una crisis insólita en la experiencia de todas las generaciones vivas es una evidencia, y solo cabe la disculpa de la trascendencia que decisiones preventivas radicales ante la extensión real de la epidemia tendrían para la estructura económica y, en consecuencia, también para los ciudadanos.

Pero, llegada la situación límite inevitable que obligaba a optar entre salud o economía, la actitud de mantener el tenderete de la rivalidad política partidista en procesos en que está en juego la vida de las personas expresa una frivolidad impropia en cualquier dirigente político. Y ahí, el presidente murciano no ha estado a la altura.

No hay inconveniente alguno, como aquí se subrayó desde el principio, en conceder, incluso a priori, que estábamos en buenas manos, ya que al consejero de Salud, Manuel Villegas, se le presuponía una solvencia y profesionalidad por encima de su condición política. Y hoy, semanas después del avance de la pandemia, puede proclamarse incluso una sensación de orgullo por mucho que también la gestión de su departamento merezca críticas por unos u otros matices en su actuación. Es lo normal. Nada es perfecto. Pero en su conjunto, hemos percibido a un responsable político sanitario en el que se podía depositar confianza y que, además, actúa con transparencia. No es poco en la actual administración regional.

Hemos tenido mucha suerte en este envite en lo que se refiere al capítulo de la salud. No pretendo dibujar la imagen de Villegas el Bueno frente a López Miras el Malo, pero de hacer este boceto se encarga el propio presidente. Villegas, que no olvidemos que además de médico es político, expresa un talante muy lejano al del aparato mediático del presidente, y esto no debe ser por un reparto de papeles, pues hay presidentes (pienso instintivamente en Núñez Feijóo o en Fernández Vara) que son capaces de ejercer el cargo con pleno dominio de su papel institucional en momentos tan críticos como éste.

No es que Villegas se haya distinguido con especial brillantez en la gestión antes del acceso del coronavirus, pero en esta tesitura está manteniendo el tipo, incluso frente al discurso del PP, que nos pretende colocar que la mayor incidencia del virus en Madrid, gobernada por Ayuso, es responsabilidad de Pedro Sánchez, mientras Murcia, gobernada por López Miras, goza de menor impacto gracias a su toque mágico. Villegas es tan discreto que hasta ha hecho la vista gorda con herencias recibidas, o transferidas por parte de su equipo impuesto, en casos como el del concurso del servicio de ambulancias, pero no hay otra opción si se quiere seguir ahí. Ocurre que tal vez este tipo de peajes obligue también al propio López Miras, en cuyo nombramiento se pudieron delegar ciertos intereses.

No será que la actitud de la oposición deba provocar reacciones de malestar en el Gobierno. regional. En el PSOE, su líder, Diego Conesa, no habla por no molestar. Se limita a proponer alternativas para los presupuestos regionales, pedir diálogo y mostrar una actitud colaborativa, sin recibir respuesta, como si no existiera. En cuanto a Podemos, su portavoz en el ayuntamiento de Murcia expresó en este periódico que su disposición era colaborar en todo antes que distraer con quejas, y Ciudadanos (que es también Gobierno) parece estar en lo que corresponde, atendiendo a sus tajos y sin caer en exaltaciones ni exhibiciones, tal vez con la lección aprendida.

No hay oposición más responsable que la que tiene López Miras en este momento y, sin embargo, la desdeña. Prefiere diferir su responsabilidad a un ministerio de Sanidad con las competencias transferidas a las Comunidades autónomas y que, por no tener, no tiene en su organigrama ni una secretaría de Estado, y que ha de acudir al socorro de Hacienda para atender sus nuevas urgencias presupuestarias.

La experiencia más reciente sobre actitudes preventivas en esta Región tiene un exponente: el Mar Menor. Sobre su colapso existían avisos científicos que se extendían a lo largo de los años y, sin embargo, el Gobierno de López Miras entró en actitud negacionista hasta ser sorprendido por la primera ‘sopa verde’, a renglón seguido de la cual anunció un baño a lo Fraga de dirigentes principales del PP, que fue anulado por la inoportuna irrupción de la anoxia.

Un presidente que no vio, o no quiso ver, lo que le venía por el Mar Menor, y eso lo tenía ante las narices y con informes precisos en la mesa de su despacho ¿nos va a venir ahora con que empleó el arte adivinatorio en el caso del Covid-19? Ese talante de impostura es lo que lo mata. Mejor un tipo normal, como Villegas.