Hay quien opina que el PSOE debería romper el acuerdo de Gobierno de coalición con Unidas Podemos y formar un Gobierno de concentración con el PP dada la gravedad de la situación, asentando así unas bases sólidas para la recuperación económica posterior que amenaza con ser muy dura.

Entre las razones esgrimidas se aduce que algunas medidas aprobadas por el Gobierno «atentan abiertamente contra los principios básicos de nuestra economía y su aprobación preocupa a empresarios», por lo que la solución estaría en una nueva coalición más amplia y una reedición de los Pactos de la Moncloa como bálsamo de Fierabrás que todo lo cura.

Y es posible que, en situaciones como la actual, sean conveniente acuerdos amplios entre partidos. La cuestión es, sin embargo, qué contenido tendrían y quiénes los aplicarían. Recordemos que la última vez que PSOE y PP se pusieron de acuerdo en una situación de crisis similar, reformaron el artículo 135 de la Constitución con las consecuencias ya conocidas.

No obstante, la propia Carta Magna ofrece otra hoja de ruta distinta que, como principio rector del hipotético acuerdo, no estaría mal: asegurar la cobertura de protección social y los ingresos necesarios a todas las personas y familias que lo precisen poniendo la riqueza del país al servicio del interés general; fortalecimiento de los servicios públicos que hoy tanto ensalzamos, sobre todo el sanitario, pero también el educativo y los servicios sociales; reforma fiscal progresiva que asegure su financiación con la contribución de todos/as según capacidad económica; y protección del tejido productivo que se enmarca en una economía de mercado pero con la planificación necesaria, según los casos.

¿Comunismo? No, artículos 128, 31, 36 y Título I de la Constitución.

Estas deberían ser las claves para la recuperación económica, aunque es normal que no guste a quienes prefieren que la derecha siempre gobierne, en solitario o concentrada, por lo que plantean la cuestión desde el orden inverso: un Estado subsidiario de los grandes fracasos del mercado renunciando a cualquier tipo de planificación, unos servicios públicos sometidos a dicho mercado priorizándolos solo cuando la necesidad acucia (ya conocemos el resultado de esto), y exenciones fiscales a los de siempre, porque los (grandes) empresarios necesitan recursos para levantar el país, así también se beneficiarán los/as trabajadores/as, de esta forma el interés general es el interés del Ibex35.

Dos lecturas, dos visiones. ¿Cuál es la tuya?