Es el modo de pedir a nuestros gobernantes, incluidos los de organismos internacionales, para que no nos azucen más hacia el desasosiego. Bastante tenemos confinados en casa por el escrache al que nos somete el coronavirus y la prolongación del Estado de Alarma

Asomados a la ventana catódica, vimos y oímos cómo pasábamos de la importancia de los test rápidos de detección del virus a su desdén porque un fabricante chino nos devolvió el ahora políticamente incorrecto dicho sobre el engaño y la toponimia oriental. Resulta, ahora, que vuelven a ser estratégicamente insustituibles para la guerra contra el 'bicho'.

Hablan de confinamientos en polideportivos y hoteles repartidos por todo el país para los asintomáticos que den positivo y dejan en el aire si es de forma voluntaria u obligada. Algunos juristas y algunos jueces llegaron a conclusiones diferentes. En China la fórmula apenas sirvió para aislar a 1.700 personas que no tenían un sitio mejor donde pasar la cuarentena.

Y nos pareció, fruto de esas inconcretas explicaciones, que policías iban a sacar a la gente de sus casas a la fuerza y meterla en unos recintos para infectados bajo estrecha vigilancia y un régimen castrense. Nada de eso ocurrirá y ya veremos si se llegan a acondicionarse esos espacios públicos y privados.

Dijeron que las mascarillas no eran efectivas para detener el contagio aunque sí para los infectados y para los profesionales esenciales expuestos al riesgo de forma continua. Y esta semana sopesaban si las harán obligatorias cuando nos dejen salir a la calle en fila de a uno. Claro que, ¿de dónde van a sacar 47 millones de piezas para empezar sabiendo que las denominadas quirúrgicas son de un solo uso y que las más sencillas de filtro incorporado tienen cien horas máximo de utilidad?

En Lombardía, Italia, han dicho que el que no tenga que se apañe con una toquilla o una bufanda. Aparte de la nula protección que pueden prestar semejantes prendas aquí nos devolvería a los tiempos previos al motín de Esquilache y los embozados de mediado el Dieciocho.

En definitiva, lo que pasa estos días es que hemos perdido la referencia serena, prudente y equilibrada del doctor Fernando Simón. Capaz de reconocer que no hay respuestas, como hacen los verdaderos científicos, antes de liarnos con vagas argumentaciones como hacen los políticos. Le necesitamos para que nos devuelva el sosiego. Que se recupere. Mientras, un poco de por favor.