He de reconocer que, como algún amigo lector me hizo saber, cuando en mi artículo de LA OPINIÓN de fecha 10 del mes pasado relativicé, en parte, la gravedad del coronavirus, comparándolo con la letalidad de otros virus mortíferos que asolan a la Humanidad, quizá desconocía, como el propio Gobierno en aquellos momentos, la virulencia que iba a adquirir la pandemia que en estos momentos se extiende por todo el planeta.

Al día de hoy, no voy a descubrir nada si digo que nos enfrentamos no sólo a una crisis sanitaria, sino también social, económica y cultural, probablemente la de mayor gravedad tras nuestra Guerra Civil, y que va a determinar indudables cambios en la percepción de nuestra existencia cotidiana y de nuestra manera de ser y estar en este planeta. La crisis económica que ya está aquí va a ahondar mucho más las diferencias sociales, el paro, la pobreza, y ralentizar la producción y el consumo, de no mediar un intervencionismo estatal que, en las circunstancias actuales, se me antoja más necesario que nunca y del que daré unas pinceladas al final del artículo.

En ese contexto, por si no la habían descubierto ya, es evidente que esta crisis sanitaria y esta situación de emergencia nacional han destapado el perfil más vil y la bajeza moral de la derecha política. (A la extrema derecha, que incluso postula un golpe de Estado, prefiero ignorarla por completo). A su propensión enfermiza a la mentira y la manipulación, de que son muestras episodios como los del Yak-42, el accidente del metro de Valencia o los graves atentados del 11-M en Atocha, se suman estos días sus virulentas y desleales invectivas contra el Gobierno. A título de ejemplo, resulta irritante su queja por la falta de camas en los hospitales de Madrid, precisamente la Comunidad en la que el experimento neoliberal de privatizaciones es más que evidente y en donde la media de camas privadas hospitalarias sobre el total es del 33,3%, según datos de Sanidad (media estatal, 27,08%).

Esto no ha llegado por casualidad. Muchas de las personas que estos días jalean y festejan en los balcones de sus casas los esfuerzos del personal sanitario por atajar esta grave pandemia reforzaron en su día, con sus votos, a partidos que hicieron de la privatización su seña de identidad. Esperemos que la gravedad de esta crisis sanitaria les haga reflexionar, pues es la Sanidad pública la que les va a salvar si caen en la enfermedad. Pero, desgraciadamente, muchas de estas personas siguen secundando el llamamiento de la derecha a boicotear y derrocar a este Gobierno. La misma gente que aquí calló cuando se rescataron bancos y cajas con dinero público, se desmantelaba la Sanidad y algunos robaban a manos llenas.

Gente que cae de lleno en la trampa de la campaña impulsada estos días por diversas fracciones de la clase dominante del capitalismo español para, desde los medios de comunicación afines, ir minando la imagen del Gobierno, primero contra Pablo Iglesias y luego, si no se aviene a la adopción de ciertos compromisos (léase Gobierno de 'salvación' nacional con el PP y Cs), contra Pedro Sánchez. Porque parece evidente que cuando el capitalismo se siente amenazado, y las medidas laborales y sociales impulsadas por el Gobierno son percibidas como tal amenaza, se lleva todo por delante. Da igual que Pablo Iglesias no se acerque al marxismo ni, por supuesto, al comunismo con sus propuestas, como mucho, socialdemócratas. El objetivo está claro: hay que impulsar una campaña de acoso y derribo contra el Gobierno, arropada por la cohorte mediática conveniente.

A finales del mes pasado, un titular de Libertad Digital lo expresaba con claridad: «El pánico se desata: Iglesias instaura un régimen comunista», artículo que destacaba que Pablo Casado «representa a la mayoría de españoles que no quieren una dictadura de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias» [sic]. Un editorial de Abc titulado «Temor entre los empresarios ante las sugerencias de nacionalización de Iglesias», añadía: «Iglesias pretende aprovechar el caos para instaurar un régimen bolivariano y una economía estatalista, colectivizando bajo criterios del más puro comunismo». ¡Acabáramos!

¿Se ignoraba conscientemente lo estipulado en la Constitución española? Artículo 128. «1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. 2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica». Las medidas económicas y sociales impulsadas por el Gobierno ¡están en la Constitución! Según ese artículo es normal que, si la situación fuera mucho más grave, el Gobierno podría intervenir y/o nacionalizar sectores estratégicos como la energía, el transporte, las comunicaciones, etc. Tenemos que ir acostumbrándonos a que, tras esta crisis, nada va a ser igual. Porque, lejos de las consignas de esa derecha que difunde un ambiguo 'Protejamos España', pero vaciando la hucha de Hacienda al propugnar algo tan irracional como reducciones impositivas a los ricos sin pensar en los que menos tienen, en este país, como en otros de Europa, debemos tender inevitablemente a un nuevo New Deal, como el impulsado por Franklin Delano Roosevelt tras el crack de 1929, con una fuerte inyección de dinero público en sectores clave de la economía y un incremento sustancial de las partidas destinadas a la protección social. Pero para eso, al margen de los 200.000 millones de euros anunciados por el Gobierno, hacen falta medidas fiscales más decididas. Y hace falta otra mentalidad de una Unión Europea que, en las grandes crisis, como la de los refugiados, mira hacia otro lado.

En ese sentido, el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, lamentó hace unos días su imagen de dureza con los países del Sur y anunció su disposición a la creación de un fondo (insuficiente) de 10.000 a 20.000 millones de euros (parece que ahora hablan de 35.000 millones) para ayuda de los países más afectados por la pandemia, que sería una donación, no un préstamo. Mientras, la Comisión Europea, plantea destinar hasta 100.000 millones en créditos reembolsables con el mismo fin. Cantidades, como puede comprobarse, muy alejadas de las que podrían movilizarse con una emisión de deuda mutualizada europea, y a mucha distancia de las necesidades que la pandemia va a generar en los países del Sur.

La situación, como ven, es muy complicada. Por eso, pese a algunos errores cometidos, es tiempo de apoyar al Ejecutivo contra la política de acoso y derribo que, aprovechando esta grave crisis sanitaria, está realizando la derecha.