Estos días la población confinada está buscando en Wikipedia y las principales enciclopedias históricas qué fue eso de la Batalla de Lepanto. Descubrirán que Lepanto es un golfo que se encuentra en las inmediaciones de la ciudad griega de Neupacto. El paraje en sí no tiene mucho que ver hoy día. Hace más de cuatro siglos, en cambio, aquellas aguas eran un nido de piratas. Los otomanos saqueaban todas las mercancías que llegaban del Lejano Oriente y hostigaban la costa, de Algeciras a Estambul.

No hay nada como leer el mundo actual a través de los ojos de la historia. Muchos esgrimimos una sonrisa amarga al leer que Turquía había requisado 116 respiradores en sus aduanas, material que debía haber llegado a España el fin de semana pasado. La ministra de Exteriores salió a las horas a intentar explicar lo sucedido, con más perplejidad que convencimiento. Paralelamente, el político que cada uno lleva dentro se unió al general que cada persona anhela. Las redes sociales se llenaron de referencias a Don Juan de Austria. Aclamaban la diplomacia de los tiempos de Felipe II (tan añorado estos días, parece ser) y las aguas de aquel Lepanto se volvieron a agitar.

Pero también volvió Cervantes a ocupar nuestro confinamiento. Su figura es tan alargada que daría para varios artículos. Nos conformamos con que algún lector encuentre el Quijote entre sus formas de pasar el tiempo. Aquel joven soldado que gustaba de escribir versos se enroló en la armada para combatir a los turcos. En el momento decisivo, el mosquito de la malaria le picó, haciéndole padecer unas fiebres que a punto estuvieron de dejarlo sin vida, y a nosotros sin letras. A pesar de todo, luchó y perdió la movilidad de su brazo izquierdo. Le bastó uno para ser el mejor escritor en lengua española.

La ministra de Exteriores parece que ya ha arreglado la situación, sin necesidad de emular ni a Don Juan de Austria ni a la Virgen del Rosario. No hace tanto que celebrábamos a Turquía como socio imprescindible en nuestra Alianza de Civilizaciones. Claro que en aquellos tiempos de amistad, Cervantes era para Carmen Calvo un ejemplo de multiculturalismo al vivir cinco años en Argelia. Se le olvidó a la vicepresidenta el detalle de que el escritor estuvo preso, confiando, con buenas vistas, eso sí, pero probablemente, como apunta Canavaggio, fuera sodomizado por el gerifalte de turno. Solo así sobrevivió cinco años a una cárcel argelina. Cosas de la modernidad y del abrazo de culturas.

Hoy día, el viajero que llegue a Neupacto encontrará una estatua de Cervantes dándole la bienvenida. Las aguas están más calmadas desde aquellos días. Nosotros, los de entonces, claro, ya no somos los mismos. Este episodio telenovelesco deja una inquietud, sin embargo. El escaso peso internacional que tiene España desde hace década en el mundo. No perdió Cervantes un brazo en suelo turco para tanta afrenta.